Narra Casandra
Es un jodido lunático.
Aprieto los dientes, tratando de contener un gemido porque él está retorciendo sus dedos nuevamente y los pequeños pelos que agarró están enviando un dolor eléctrico por mi cuerpo.
—Sigue. Recuerda, estás tratando de evitar el cinturón, no de ganártelo—lentamente, muevo mi brazo izquierdo, porque mi derecho está atrapado contra su pecho. Se necesitan algunas maniobras para rodear su mano sin tocarlo, pero lo logro. Tocarme no es nuevo para mí. Durante los últimos dos años, ha sido sólo mi propia mano la que la ha acariciado. Pero entonces no había público.
Y segura que no había ningún jefe de la mafia rusa ordenándome que lo hiciera.
No me sorprende cuando encuentro la resbaladiza entre mis pliegues. Esta excitación no es algo que pueda controlar
