" Cuando el pasado duele, el corazón no olvida, y las lágrimas llueven"
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Un sol, una estrella o un arcoiris. Ninguno de ellos me daba tanta calidez como lo era ver en ese instante a Lucien defenderme.
La firmeza de su rostro, sus ojos fríos, su postura decidida, su voz dura, pero su mano tibia.
— Mayda es mi esposa, no toleraré habladurías de ella, y aquel que desafíe mi orden, puede ir presentando su carta de renuncia. ¡El mismo respeto que tienen por mí, será para ella!
— Sí, señor —obedecieron todos.
— Pueden regresar a sus puestos —ordenó luego de una pausa en la que los repasó con la mirada—. Excepto ustedes cinco —dijo, haciendo referencia al grupo que hablaba de mi en el pasillo fuera del baño—. Los demás ¿que esperan?
Con una sol
