Luciana con las manos temblorosas, marcó el móvil de la señora Duque, sin embargo, no obtuvo respuesta. Resopló desanimada, y se recargó en una de las antiguas paredes de su vivienda. —¿Qué voy a hacer? —cuestionó. —¿En dónde encuentro a esta señora? —susurró angustiada, y se llevó la mano a la frente. Entonces miró la dirección en la tarjeta: «Consorcio colombiano de café: Alma mía» Así que de inmediato salió a la estación del bus, ellas vivían en un barrio populoso, y las instalaciones del consorcio quedaban en una zona de extracto alto. Cuando llegó al edificio, ingresó agitada, y nerviosa, se acercó a recepción. —Buenas tardes, busco a la señora María Paz Vidal de Duque —imploró. —¿Quién la solicita? —cuestionó la chica, la miró con desdén. —Es personal, dígale que Luciana Gómez