Paula enrojeció y de inmediato giró para no mirarlo. —Solo vine a decirte que si deseas comer debes colaborar en el arreglo de la casa —se aclaró la garganta, inhaló profundo—, y por favor la próxima vez que te vayas a bañar, avisa para no salir al patio, recuerda que hay un niño con nosotros —rebatió. Juan Andrés bufó, y negó con la cabeza. —No pienso mover un solo dedo, tú me pusiste esta trampa, seguramente confabulada con mis padres, pero no me conoces bien, les falta mucho para lograr que yo me rinda —enfatizó con seguridad, altivo, desafiante como era él, de pronto el gallo cacareó y apareció encima de la pared del patio, el joven de un brinco y en un par de zancadas se aferró al cuerpo de Paula—, mata a ese animal, haz un caldo, o lo que sea con él —suplicó. Paula abrió sus ojos