CAPÍTULO TRES La última vez que Angelica había ido a los aposentos de la Viuda había sido porque la habían convocado. Entonces estaba bastante preocupada. Ahora, entrando por su propia cuenta, estaba aterrorizada, y Angelica odiaba eso. Odiaba la sensación de impotencia que la seguía, a pesar de que era una de las más grandes nobles del reino. Podía hacer lo que se le antojaba con los sirvientes, los supuestos amigos, con la mitad de los nobles del reino, pero la Viuda aún podía hacer que la mataran. Lo peor era que Angelica le había dado ese poder. Lo había hecho en el instante en el que había intentado envenenar a Sebastián. Este no era un reino en el que la reina podía simplemente chasquear los dedos y ordenar una muerte, pero con ella… no había un jurado de compañeros nobles que llam