Capítulo III: El día después

2536 Words
Era media mañana, el sol caía pesado sobre el puente empedrado que daba justo frente al mar, el olor era embriagante, olía a sol, a mañana, a óleo sobre lienzo, a margaritas, el olor era dulce, Bianca estaba apoyada sobre el muro de piedra,  los rayos de sol le dan en su espalda, sobre sus pechos blancos y redondos, en el rostro, mantenía los ojos cerrados, mientras disfrutaba de todas estas sensaciones. Sonó la alarma. Bianca despertó. —¡Oh Dios! La alarma, mi sueño, quería quedarme en ese sueño, son las 6 am, aún tengo tiempo pero mejor me apuro, hoy debo estar súper temprano en la oficina para tratar de hablar con Ignacio antes de ir a Corporación de la O —dijo Bianca para ella voz alta. —Hoy llevaré algo lindo definitivamente —dijo mientras miraba al espejo su cuerpo desnudo. Hacia 4 meses que había terminado con Alberto, Bianca pensó al principio que lo extrañaría más, pero solo extrañaba tener sexo con alguien de forma regular. Sentía que cada vez tenía más ganas y nadie con quién hacerlo, que ella quisiera, cualquiera en la oficina estaría dispuesto, algunos de sus amigos quizás pero ninguno era opción viable para ella. Pensaba que necesitaba conocer gente, pero por el momento se arriesgaría a abrir una cuenta en una aplicación de citas rápidas donde la gente se encuentra solo para tener sexo, se sintió una chica mala y le gustó esa imagen de sí misma. Se puso un vestido sin mangas vinotinto de lino, bastante ajustado, le llegaba hasta por debajo de las rodillas, se pondría un sobretodo del mismo color luego, stilettos vinotinto y llevaba el cabello recogido en una cola de caballo alta. Una vez en la firma se dirigió a la oficina de Ignacio. —¡Buenos días Ignacio! —le saludó tímidamente  —Cariño, ¿A qué hora sales hacia la corporación de la O? —pregunto cariñoso. —A las 10 am, me dijo León, y quizás no vuelva hoy a la oficina —respondió ella. —¡Que mal!, quería que habláramos durante el almuerzo —dijo él con decepción. —¡Búscame a la hora del almuerzo!, yo te espero y hablamos —le ofreció Bianca. —No sé y si salen a almorzar con él y ya luego me embarcas —dudó. —No, diré que no puedo, búscame a las 12:30 m. —¿Le dirás que no a Maximiliano de la O, por mi? —la retó él divertido. —Sí claro, él me va a estar esperando para llevarme a almorzar, que se espere, ya tendrá tiempo para eso —dijo ella en tono de burla y los dos rieron. —Me alegra estar bien con Ignacio, aunque no podamos terminar de hablar, ya hablaremos más tarde, estaré ansiosa hasta entonces —pensó Bianca de camino al edificio de La O. El equipo de abogados de la firma llegó al edificio de los de la O, era impresionante, grande, lujoso y había mucha gente en la recepción,  iban 5 abogados, la Sra Yores, León, Marcos, Nia, Sr. Martin, los demás se incorporarán al equipo el día siguiente. Se abrió el ascensor y los dejó en una planta donde todo estaba en un ambiente abierto, la gente lucía ropa informal, León los dirigió hacia un escritorio que estaba al fondo, se anunció y una señora mayor y elegante los miró y los mandó a pasar a una sala grande que estaba desocupada. Las paredes eran rojas, la mesa era amplia de madera, brillaba y habían televisores encendidos sin sonido alrededor de la sala, que era oval. El concepto de diseño era extraño, por fuera parecía súper moderno pero las oficinas, a parte de que ningún diseño tenía que ver con otro, parecía estancado en épocas diferentes, de los parlantes salía música, era una canción de Sam Smith. "You say I'm crazy 'Cause you don't think I know what you've done"...  Bianca recordó a Alberto,  no le gustaba pensar en eso, pero él la engañó, la engaño por mucho tiempo y por eso terminaron. Ella prefirió fingir que no le importaba, lo perdono para terminar en buenos términos con él. Pasados 15 minutos, regresó la dama elegante con las identificaciones de visitantes, aunque el método parecía descuidado,  las tarjetas eran modernas y ya traían los datos personales de cada uno, incluidos los biométricos. Bianca pensó que se veía candente en la foto de la tarjeta de identificación, no era difícil, era muy blanca, cabellos largos rojos cobrizo y labios sensuales, ojos grises. Parecía una muñeca pintada a mano. Salieron de la sala y se dirigieron de nuevo a los ascensores, piso 20, se abrió el ascensor, y los recibió un hombre moreno guapo y elegante con una amplia sonrisa. —Hola, Bienvenidos —se saludó afectuosamente con León, Yores y Martin, se dirigió a Marcos, Nia y a Bianca. —Soy Thiago Oliveira,  soy el abogado de Maximiliano, yo los voy a recibir hoy,  tendremos la reunión  en media hora, por ahora quiero mostrarles dónde se instalarán siempre que vengan —dijo. Thiago Oliveira era más que el abogado de Maximiliano de la O, era su amigo, su mano derecha, su padrino. Thiago fue amigo de su padre y cuando murió, no se separó de junto a Maximiliano que rondaba los 20 y algo y lo acompañó desde entonces. Los dirigió a una amplia oficina con cubículos, y dos oficinas privadas, tenía una sala de junta como para 10 personas, todo era de vidrio y lucía todo muy moderno. Mientras se instalaban Bianca notó que la observaban insistentemente, levantó la mirada, era Thiago.  Él le sonrió y se le acercó, le estira la mano. —¡Hola!, ya sabes que soy Thiago, no escuché tu nombre —le preguntó a Bianca. —¡Bianca!, Migues, Bianca Migues —le respondió tímidamente. —¡Bien Bianca!, bienvenida, tú asistirás con la traducción, ¿No?—le dijo él. —Si, así es —respondió ella intimidada. —Bien, bienvenida, y lo que necesites o dudas que tengas con las traducciones avísame a mi primero, yo me ocuparé de que tengas todo lo que necesitas —le dijo él con amabilidad. —Gracias, está bien —alcanzó a decir ella. —Eso fue raro, pero está bien, es un tipo amable y agradable —pensó Bianca. —Parece que hoy no conoceremos a Maximiliano —le dijo Nia, con fastidio—. Y yo me vestí toda elegante para él y ya ves, pero Thiago no está nada mal y me encantó que me llamara Gardenia —confesó ella. —¡Eres terrible! y odias tu nombre Gardenia, ¿cómo sabes que no lo veremos? —Se interesó Bianca. —Para Thiago, soy Gardenia, para ti, soy Nia. Y supe porque Thiago lo insinuó, así que supongo que no tendremos contacto con él, al menos no por ahora —explicó Nia. —¡Bien! dicen que él es pesado, ahora no estoy de humor para aguantar a nadie pesado por muy millonario y bello que sea —soltó Bianca. —¡Qué carácter! ¿Qué te pasó? —preguntó intrigada Nia. —Nada, a las 12 y media debo salir de aquí, me voy a ir a almorzar con Ignacio, por favor tendrás que ayudarme a salir de este laberinto, intenté recordar cómo hacerlo pero estoy segura que me perderé —le pidió. —¿Ignacio? Almorzaste con el ayer, almorzamos con el hoy, y se  que cenaste ayer con él en la noche también, ¿Están saliendo? ¿Estás solo durmiendo con él? ¿Son novios cursis y babosos? ¡Cuéntame! —demandó Nia. —¡Dios! no debí mencionarlo a esta pequeña Diabla —se arrepintió Bianca. —¡No!, sólo somos amigos, ya te dije, él me está ayudando con una situación familiar, la cena de anoche con mi familia, eso, y quizás se sintió, si, un poco usado y hoy sólo quiero aclarar las cosas, no quiero parecer una perra insensible. —¡No amiga! por favor, que te vean así, basta de esa cara de niña buena, todos te odian por eso, sé la mala por una vez. —le dijo Nia divertida. —¿Todos me odian? ¿Quiénes? ¿Por qué? —preguntó contrariada Bianca. —¡Es un decir! Te voy a ayudar a salir de aquí pero de regreso te las arreglas tú sola.  A las 12 y 10 comenzaron a salir del edificio. Al frente del edificio, estaba Ignacio, elegante con un traje azul marino, recostado de su auto, Nia miró con suspicacia a Bianca. —No Nia, ni tienes idea, ni lo pienses, no está a nuestro alcance —pensó Bianca. Cruzó la calle, lo saludo con un beso y un abrazo, y se giró enseguida a ver a Nia, se arrepintió del gesto. —Si Nia nos ve, sé hará ideas —pensó Bianca mientras Ignacio saludaba con la mano a Nia desde la distancia. —¿Vamos? —preguntó Bianca e intentó abrir la puerta del auto de Ignacio, un Audi Sedan rojo. —¡No! caminemos, el restaurante al que iremos no queda lejos de acá, y el estacionamiento es incómodo, ¿Qué tal te ha ido allá con don Maximiliano de la O?  —Pues ni lo he conocido, nos recibió su abogado, un tipo bien amigable y simpático —respondió. Entraron al restaurante, Ignacio ordenó por los dos. Bianca pensó que tendría prisa y  que conocía el lugar, conocería todos los lugares, y no le sorprendía, este en particular estaba fuera del  distrito y no lo frecuentaba nadie de la oficina, acá debe  haber traído a Dino, pensó ella. —¿En qué piensas? —preguntó Ignacio. —¡En Dino! —respondió ella automáticamente. —¿Por qué dije eso? —se reprendió a sí misma en su cabeza. Ignacio sonrió. —Yo ordené un plato vegetariano para ti, y ahora tú piensas en mi vida amorosa, vamos bien, tenemos futuro, nos estamos conociendo, estamos conectándonos —bromeó. —Quedé impresionada —confesó ella. —Bianca, no sabía que tu cuñada me conocería de algún lado, nunca la nombraste, ni una foto con ella en tus r************* , nada, ella es algo importante en la escena de la moda de la ciudad, si alguien la conociera lo diría, no me malinterpretes, estoy abierto, mis padres lo sabe, mis amigos lo sabes, las que han sido mis novias y mis novios, lo saben pero la oficina es otra cosa. —¿Novias, dijiste? —preguntó confundida ella. —Si, algunas mujeres me atraen, pero sobre todo prefiero a los chicos, te lo juro Bianca que tú me intentarías de esa forma, pero sé que tener que explicárselo a tus padres, hermanos y a tus dulces cuñadas, no sería fácil, nada más que verte con tu familia ayer me convenció de que ni remotamente podría hacerte eso —confesó el. —¿Te gusto? ¿Entonces si me coqueteabas? —preguntó ella. —Me atraes físicamente, te encuentro atractiva, pero me gustas más como amiga, y para mi una cosa excluye a la otra, y prefiero ser tu amigo, quiero ser tu amigo —le explicó amablemente. —Está bien, yo quiero que seas mi amigo, quiero que seamos amigos, aunque me desees por lo irresistible que soy —respondió bromeando. —Si, sueña con eso. Sobre anoche, ayer me moleste contigo porque eres muy insegura Bianca, no había necesidad de ponerte en esa situación, y yo lo sabía, te acompañe solo porque sé lo que se siente estar sentado con familiares en una mesa y que te pregunten por el estatus de tus relaciones y si te casarás y tendrás hijos, pero no estuvo bien. Si, tus cuñadas son horribles, ignorarlas o enfrentarlas pero no les hagas el juego de entrar en una guerra sin sentido e infantil —le dijo. —Lo siento, tienes razón, lo hice solo por cobarde. No merecías eso —se disculpó sinceramente arrepentida. —Yo estoy bien, la bocona de tu cuñada le hablo a Dino de mí, me volvió a escribir, no habíamos terminado bien, él es un adicto al trabajo, y me harté, pero realmente me gusta mucho. Así que quizás lo vuelva a ver. No todo fue malo —le dijo sonriendo Ignacio. —¡Me alegro por ti! —le dijo ella. Ignacio la tomó de la mano y se la besó, la mantuvo entre las suyas y Bianca fué feliz sabía que había encontrado a alguien especial para ella. —Te estoy empezando a querer —le dijo ella. —Eres cursi —le dijo él mientras ponía los ojos en blanco y luego río. Rieron ambos —Siempre has coqueteado conmigo —afirmó ella. —Quizá al principio un poco, había justo terminado con alguien, creí que no lo habías notado, te deje tranquila. Eres muy despistada —le dijo Ignacio sonriendo. —¿Alguien de la oficina?, ¿hombre o mujer? —preguntó Bianca —Nia —respondió —¿Qué? ¡Oh por Dios! —se sorprendió ella. —Ella sabe, llegue a salir con ella y Dino, llegamos a estar los tres juntos. Fue un error, pero ya aprendí —confesó. —¡Por Dios Santo! Ahora mismo cree que me acuesto contigo, y la oficina es cosa aparte, ¿Qué pasó con eso? —continuo sorprendida Bianca. —Ahora estamos bien, pero no salimos bien del trío, ella quería más y pues mi más era para Dino, ella se sintió dolida, creo que no entendió el juego, pero ahora estamos bien, lo juro. Y fue un error como dije, hacerlo con alguien de la oficina. Ella me consoló cuando termine con Dino, supimos que lo superamos porque no tuvimos sexo, solo fue una mano amiga —contó con paciencia Ignacio.  —¡Si tu lo dices! —comentó ella sin saber qué decir. Bianca aún estaba sorprendida. —Deberías confiar más en ella, no es mala persona —le recomendó. —Seguro, sé que sí. Jamás me contó nada. Debo regresar a la corporación de la O. Ignacio la ayudó a salir del restaurante, ella iba colgada de su brazo, se apoyó en su hombro e iba contándole las maldades que le hacían sus cuñadas tan malditas, Ignacio le confirmó que Cintia, tenía fama de petulante, odiosa y de tratar mal a la gente según le contaba Dino. Una vez de regreso en el edificio de la O, Bianca se encontró a Thiago, así que no se perdió, pero estaba en shock, en piloto automático, ¿Cómo miraré a Nia a la cara ahora? Se preguntaba. —¿Qué tal el almuerzo con nuestro galán? —le preguntó Nía a su regreso a la oficina. —Bien, aclaramos las cosas, me llamo insegura y eso, que me acompañó por lástima pero que no estuve bien, queriendo darle celos a las brujas de mis cuñadas —le contó —Hombre hermoso y sabio, ¿Amigos? —preguntó intrigada Nia. Bianca tomó el riesgo. —Si, ¡Sólo amigos! De hecho creo que seremos súper buenos amigos, resulta que mi cuñada conoce a su ex novio, Dino, y bueno los conecto —le contó Nia se sorprendió pero intentó disimular. —¿En serio? Qué bueno, porque él parecía realmente enamorado de ese pendejito, es un crío, hermoso, medio divo, pero Ignacio es otro cuando está cerca de él —le contó ella. —Que bonito, que alguien se enamore así de uno, ¿no? Y más alguien como Ignacio —le dijo Bianca. —¡Supongo! Rieron las dos juntas. Ya compartían un secreto, confiaban la una en la otra con la vida de alguien más pero era un secreto igual. Bianca le comentó a Ignacio por teléfono y estuvo encantado. —¿Tú cuñada sabía que él era gay? Que humillación amiga, y tú miren a mi nueva conquista —bromeaba Nia mientras reía a carcajadas. —Si, fue horrible. Yo queriendo figurar como una diva irresistible y ella, no me engañas con este —le confirmó riendo. Antes de  salir de la oficina Augusto llamó a Bianca para preguntar si le había gustado su regalo. —Hola hermosa, espero que hayas terminado de pasar un lindo dia ayer, ¿te gusto mi regalo? —le preguntó Augusto a través del teléfono. —Si, me encanto, gracias llegué a descansar anoche —respondió. —Siento si Cintia se puso pesada ayer, a veces el estrés de su trabajo le afecta de más. —la disculpó él. —No te preocupes, fue la de siempre, ya estoy acostumbrada —mintió ella. —No sé porque le dije eso, he debido decir, es una maldita bruja que me odia y me hace la vida gris y no te la mereces, pero bueno es mi hermano no quiero conflictos, tienen apenas un año de casados, aún tengo esperanzas de que se divorcien —pensó para ella. Al llegar a su casa, pensó que al fin podía relajarse. Todo estaba saliendo bien.  
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