El tiempo fue corriendo, Anaís se esforzaba por mantener su mente ocupada, pero aun así tenía esos días de soledad dónde dejaba fluir las lágrimas y el dolor que su corazón albergaba. Siempre se preguntaba ¿Por qué? Pero nunca encontraba una respuesta que le aliviará esa sensación tan espantosa que sentía.
Fanny por su parte, en las mañanas daba las clases a sus niños de tercer grado, por la tarde se ocupaba de otras cosas, a la vez que su esposo Alexis empezaba a trabajar en el hospital, tenía turnos dobles porque el mismo tenía que atender su propia clínica. Sus horarios cada vez estaban más apretados, logrando que ambos entrarán en una monotonía.
Evelin siguió con su embarazo, todo marcho bien y no presento nada que estuviera fuera de lo normal. El día del parto llegó, y una preciosa niña de cabellos castaños y ojos ámbar nació. Una gran sonrisa estaba marcada en el rostro de Evelin, que aún no podía creer que tenía en sus brazos a un ser tan pequeño y hermoso.
—¡Qué preciosa! —exclamo Anaís al verla.
—Gracias, amiga, es mi ángel.
—¿Cómo se llama?
—Rebeca, al igual que mi abuela.
—Es un bello nombre.
Evelin creía que con el nacimiento de su hija, su matrimonio mejoraría, pero qué equivocada estaba, Carlos empezó a quedarse fuera de la casa, con la excusa de que tenía mucho trabajo y se le hacía tarde en la oficina.
—Tranquila, quizás sea cierto —Fanny le dio tristeza verla como sufría por su esposo.
—No, eso no es cierto, Fanny, estoy segura de que tiene una amante.
—¿Qué harás?
—No tengo pruebas, pero las tendré y cuando eso, pase, le pediré el divorcio porque eso jamás se lo voy a permitir.
—Rebeca aún es pequeña, no puedes decidir así a la ligera.
—Eso no me va a detener Fanny, mira, no niego que Carlos es un buen padre, me acompaño a todas las consultas, jamás me faltó algo e incluso tuve al mejor médico, pero jamás voy a tolerar una infidelidad, eso sí que no. Y su relación con Rebeca es muy distinta a la nuestra.
—Tienes razón, pero —Fanny la miro con confusión —¿darás por perdido tu matrimonio?
—Esto ya no es un matrimonio, amiga —Evelin acostó a la pequeña bebé en su cuna —¿Sabes cuándo fue la última vez que tuvimos intimidad?
Fanny negó.
—Creo que la última vez fue cuando quede embarazada.
—¡Estás bromeando! —Fanny abrió sus ojos
—Cuando me enteré de que Rebeca estaba en mi vientre, habían pasado dos meses, justo lo que tenía sin hacer el delicioso con Carlos desde ahí, ya no hay nada, amiga, ¿entiendes?
—Pero están grave nena, ¿Tanto tiempo? ¿Cómo? Yo no podría, me muero.
—Y no creo que un hombre se aguante tanto tiempo sin hacerlo, ¿verdad? Ahora dime ¿Crees que exagero al pensar en una amante de Carlos?
—Por supuesto que no amiga, es difícil creerlo porque cuando se casaron se veían tan enamorados.
—Exacto, nos veíamos, pero no estábamos tan enamorados. Sobre todo por mí, creyendo que había encontrado el amor cuando ni siquiera creo en él.
—No digas esas cosas.
—De las tres la que tiene el matrimonio perfecto eres tú, Fanny.
—Deja de decir tantas tonterías, también tengo mis diferencias con Alexis.
—Lo sé, pero no tanto como Anaís o yo. Así que me alegra saber que al menos tú eres feliz.
Fanny suspiró profundamente.
—Aquí estaré para ustedes, las apoyaré en lo que decidan por su felicidad —Fanny le dio un abrazo a su amiga.
—Somos las tres mosqueteras, ja, ja, ja, ¿lo has olvidado?
—Ja, ja, ja, ¿cómo olvidarlo? Jamás lo haría.
Evelin regresó a su trabajo, la cual se desempeña en el sector inmobiliario, tenía dos carreras universitarias, las cuales la ayudaban mucho, administración y finanzas, aunque son similares, le aportaba mucho más conocimiento. La empresa inmobiliaria provenía de parte de su familia, ahora ella la dirigía.
Carlos Meléndez, tenía un trabajo en un banco importante de la ciudad valenciana, el cual pertenecía a su abuelo, quien fue el que le dio el cargo de subdirector de oficina. Ambos venían de familias prominentes, siempre rodeados de lujos.
Evelin regresaba a su casa después de una larga jornada, que ella daba gracias a Dios por haber terminado dos horas antes de su horario habitual. La niñera la acompañaba quien llevaba a la pequeña Rebeca.
—Inés lleva a la niña a su habitación y quédate ahí mientras me ducho.
—No se preocupe, señora.
La mujer subió las elegantes escaleras de cristal, pero cada escalón que subía, sentía una presión en su pecho, lo que hacía que se detuviera. En cuanto llegó a la planta superior, unos gemidos resonaron en sus oídos y su corazón palpitaba a la velocidad de la luz.
Fijo su mirada en la puerta de su habitación, la cual está entreabierta, camino con sigilo y rogando para no encontrarse con lo que en su mente ya se imaginaba, cada paso que daba, los gemidos se escuchan más nítidos.
No había duda de que dos personas estaban teniendo sexo, en su habitación. Evelin colocó su mano en la puerta de madera y la empujó para encontrarse con la peor escena que nunca espero ver. Su esposo, teniendo relaciones extramatrimoniales con su secretaria.
—¡CARLOS! —grito ella con dolor en su corazón —¿QUÉ DEMONIOS ES ESTO?
En cuanto Carlos escucho la voz de su esposa, empujó a la mujer que tenía encima, haciendo que esta cayera al piso.
—¡Evelin! ¡No es lo que piensas!
—¡Eres un perro descarado! ¡FUERA DE MI CASA!
—No, no cariño, por favor.
—¡Lárgate! —Evelin retrocedió al ver la intención de él —No te acerques, me das asco.
—Cariño, por favor, perdóname, es un simple error.
—Ja, ja, ja, ¿Simple error? Para mí no lo es Carlos, te quiero fuera de mi casa, llévate a tu puta.
—¡No la llames así!
—Ja, ja, ja, ¿cómo quieres que la llame? —Evelin se burló con ironía y se dio la vuelta para ir al baño que estaba cerca.
—Evelin, por favor escúchame.
Ella lo ignoró, tomo una cubeta, la lleno de agua y regreso, y la lanzo a Carlos y a la mujer que estaba detrás de él.
—¡Quiero el divorcio! —exigió.