Anaís se sentó en el cómodo sofá de la sala de estar mientras esperaba a que Gerald terminara de preparar la cena. La conversación con Adelyn la había dejado intrigada sobre la faceta culinaria de su enamorado, y no podía evitar sentirse emocionada por la sorpresa que le esperaba, para probar el menú. Finalmente, Gerald apareció en la sala con un delantal blanco y una sonrisa radiante en el rostro. —¡Anaís, mi amor! —exclamó Gerald, acercándose a ella con un beso en la mejilla y un cálido abrazo—. Espero que te guste lo que he preparado para esta noche. —¡Gerald, no puedo creer que hayas cocinado tú mismo! No sabía que podrías hacer algo así—respondió Anaís, sorprendida y emocionada por la muestra de amor y dedicación que él estaba haciendo. —Oh, sí. Me gusta sorprenderte de vez en cua