—¿Quién es esa zorra? —Fabiola estaba como león enjaulado, caminaba de aquí para allá en la oficina de las secretarías. —¿Qué te importa quien sea? —preguntó otra secretaria. —Es obvio, que deben ser parejas, porque de otro modo, el jefe no entraría así con una mujer, está claro que esa señora es la mujer de él. —Yo, hasta creí que era gay —comentó otra secretaria que estaba algo sorprendida. —ja, ja, ja, todas estábamos pensando eso, pero por lo visto, al jefe si le gustan las mujeres. —Pero también le pueden gustar los hombres. —¡callen! —exclamó la jefa de las secretarias—. ¿cómo pueden pensar en tantas barbaridades, mujeres pecadoras? —¡Tia! —dijo Fabiola molesta. —¡licenciada! —dijeron las otras. —Nada, ustedes tienen esa mente tan enferma de cosas inmundas, que piensan de lo