—Rafael, esto no va aquí —Anaís tomo el vaso que su esposo había dejado en la mesa de la sala. —Es solo un vaso, Anaís. —¿No lo puedes llevar a la cocina o lavarlo? —Perdón, pero estoy algo ocupado. —Eso no es excusa. —¿Te pasa algo? ¿Por qué estás así tan quejona? —Rafael, no me ayudas en la casa y estoy cansada de eso —Anaís suspiro. —Cariño, lo siento. Voy a mejorar, te lo prometo. —No quiero palabras Rafael, quiero acción y no las veo. —Amor, estoy ocupado buscando trabajo, lo siento, te ayudaré para una próxima, ¿Sí? Ven acá —Rafael se levantó, se acercó y le dio un beso en los labios —deja de pelear, te amo. —Yo también, pero me dejas la carga a mí sola. —Perdón amor, voy a mejorar, te lo prometo —repitió otra vez. —Aja. —¿Vemos una película? —Más tarde, estoy ocupada e