prólogo
—Déjanos solas—, pidió Carlota. Cuando la estilista se retiró, el ambiente en la habitación se volvió tenso. Alexa sentía miedo mientras la mujer caminaba de un lado a otro, lo único que se escuchaba sonar era el alto taco, sobre el fino piso flotante que cubría el suelo.
Te convertirás en la esposa de mi hijo, una vez que paras una niña con los mismos ojos color verdes que tienes, te podrás largar de esta casa, pero te irás sin ella. Tú padre nos quitó una hija, ahora tu nos darás una, si no das a luz una niña mujer en el transcurso de un años iremos hasta tu casa y le arrancaremos los aparatos al malnacido de tu padre, que aun continúa respirando, cuando debió morir hace 13 años, aunque dudo que vuelva a despertar.
La mirada de Alexa estaba caída sobre el suelo, una a una se desgajaron las lágrimas, las cuales iban mojando el blanco vestido que cubría su cuerpo, se estremeció al escuchar las amenazas de aquella mujer, ahora resultaba que tenía que parir una niña de ojos verdes, como si ella pudiera elegir de la misma forma que se elige una ropa al comprarla.