Ella ha vuelto

1917 Words
Incapaz de pronunciar palabra, Ahmed solo respondió moviendo ligeramente la cabeza de forma afirmativa, sus sentimientos estaban enredados en un mar de confusión y contradicciones, su mente se debatía entre el pasado y el presente. Al alzar la mirada, pudo ver que Lyna otra vez lloraba, se sintió como el peor de los hombres, la estaba haciendo sufrir de nuevo. —Debo irme, pero te dejaré mi número de teléfono, es mejor que no vayas ahora, tengo que preparar a nuestros hijos para esta situación, les he hablado de ti todo este tiempo —dijo Lyna, mientras que Ahmed al escucharla se levantó apresuradamente, no podía permitir que ella se alejara nuevamente, temía perderlos a todos una vez más. —Respetaré tu voluntad y no iré en este momento, créeme, será difícil porque muero de ganas por verlos, Zafir te acompañará, él estará a su lado a partir de ahora —respondió intentando mantenerse sereno. —No me iré de nuevo, Ahmed, no ahora que Arkham ha fallecido. —Lyna sabía perfectamente que sería inútil negarse a que Zafir fuera con ella. Sin perder tiempo, Ahmed tomó su teléfono para llamar de inmediato a Zafir, minutos después, acompañó a Lyna hasta la salida, había tantas cosas inconclusas entre ellos. Observó a la pelirroja mujer subir a la camioneta y se quedó estático mientras la veía alejarse, en ese instante, recordó a Aisha y se reprendió mentalmente. ¿Cómo pudo olvidarla? No podía creer que lo había hecho. A paso lento regresó hasta dónde su esposa se había quedado, al llegar, el árabe volteó a verla, ella desvió la mirada, él se sintió apenado por su comportamiento, sobre todo por haberla ignorado, después volteó a ver a su madre, ella jamás había aceptado a Lyna, y no creía que lo hiciera aunque hubieran pasado todos esos años, de pronto la voz de Basima lo sacó de sus pensamientos. —Ahmed Khan Assad, ¿Qué es lo que está pasando? Debes decírlo de inmediato. —Más que una pregunta, era una orden de su madre, la obesa mujer lo miraba fijamente mientras mantenía sus manos sobre su cintura. Basima lo notó extraño, aunque Aisha lo negara, algo grave estaba pasando, solo bastaba con ver la cara de su hijo para saberlo, a una mujer que había pasado por tanto como ella, no se le engañaba tan fácilmente. Ahmed se sintió atrapado entre la lealtad a su esposa y la necesidad de explicar la situación a su madre, era consciente de que no podía ocultar la verdad por más tiempo, tampoco pensaba esconder a Lyna y a sus hijos. —Madre, Aisha, necesitan tomar asiento. —Pronunció con pensar, se sentía feliz por el regresó de Lyna y sus hijos, pero sabía que el suceso tendría consecuencias en su relación con Aisha. —Hijo, habla de una buena vez —Basima se sentó, mientras veía en el rostro de su hijo que estaba sufriendo, Aisha no pudo contener las lágrimas que lentamente comenzaron a resbalar por sus mejillas. La nana se llevó de ahí nuevamente a los pequeños, el ambiente era muy tenso. —Madre, Lyna ha regresado, ella ha vuelto. Mientras lo decía volteó a ver fijamente a Aisha. —Mi amor, lo siento, no sé cómo manejar todo esto el árabe cubrió con sus manos su rostro. —¡Por Alá! Pero ella estaba muerta, kayf yumkin an yakun sahihan! (¡Cómo puede ser verdad! —La obesa mujer simplemente no podía creerlo. —Es una larga historia que les contaré en otro momento, pronto podré ver a mis hijos. Aisha pudo ver que el rostro de Ahmed se iluminó al mencionarlos, en ese sentido se sentía bien por él, había sufrido tanto. Los tres guardaron silencio por un momento, sumidos en sus propios pensamientos, Basima fue la que rompió aquel silencio. —¿Ahmed, sabes lo que significa esto? —él contestó moviendo la cabeza mientras bajaba la mirada. Aisha no entendía a qué se refería Basima. —Será mejor que regresemos al hotel, ordenaré que preparen el avión, por la mañana veré a mis hijos, después de eso regresaremos a Dubái de inmediato. Aisha sentía la necesidad de hacer mil preguntas, pero decidió callar, no era el momento, ya tenía suficiente Ahmed con lo que estaba pasando como para importunarlo. Regresaron al hotel en completo silencio, al llegar, la nana y Basima se llevaron a su habitación a los pequeños, sabían que ni Ahmed ni Aisha podrían concentrarse en cuidarlos, Basima se sentía disgustada, por su cabeza pasaban mil pensamientos. Aisha se había ganado su cariño, cosa que Lyna jamás logró, tampoco fue como que le hubiera interesado acercarse a ella, más bien presionó a Ahmed para alejarlo, esa mujer había sido la culpable de que su hijo no estuviera junto a su padre durante sus últimos años. En cuanto a sus hijos, ella sólo reconocería a los de Aisha, no dejaría que pasarán a segundo plano, el pequeño Mohamed sería el heredero del puesto de su padre en algún momento. —Hubiera sido mejor que esa mujer en verdad hubiera muerto, Después de decirlo recapacitó, Lyna había sido como una hija para la nana, la mujer moría de ganas por verla, al igual que a sus hijos, Abdel ya tendría trece años, y Antara nueve. —Discúlpeme por lo que diré, pero no debería de decir eso, Antara y Abdel también son sus nietos. —Lo siento, sé que les tiene un cariño especial, Lyna es como una hija para usted, pero su regresó provocará más problemas que alegrías a mi hijo, de eso estoy segura. En la habitación de Ahmed, Aisha salió al balcón, dentro sentía que se asfixiaba, Ahmed la observó con la mirada perdida en el horizonte, se acercó y se colocó detrás de ella para abrazarla. —Mi amor, lo siento, en verdad lo siento, sé que para ti debe de ser difícil todo esto. —Lo es, no voy a mentirte, no sé a dónde nos llevará está situación, pero debes saber que me alegra que tus hijos estén vivos, has sufrido mucho por ellos, es una gran bendición que puedas tenerlos a tu lado de nuevo. —Pase lo que pase, no quiero que dudes jamás que te amo —dijo mientras colocaba su cabeza sobre la espalda de la chica, así se quedaron durante unos minutos. En otro lugar, Lyna hablaba con sus padres, tendría que hablar con sus hijos y no encontraba las palabras para hacerlo. —Hija, ya sabías que Ahmed se casó de nuevo, era lógico que lo hiciera si pensaba que habían muerto. —Sí en verdad me amaba no debió hacerlo —en un gesto de frustración, aventó al suelo todo lo que estaba colocado sobre la mesa, sus padres no dijeron nada, estaban acostumbrados a verla comportarse de esa manera. —Ahora debes hablar con tus hijos, deben hacerse a la idea de que verán a su padre de nuevo. —Para ellos será difícil comprender que su padre tiene otra esposa, y que tienen tres hermanos, Ahmed no lo ha dicho, pero lo he visto en las noticias, estoy decidida a recuperar el lugar que me corresponde, seré la primera esposa, y esa mujer tendrá que conformarse con ser la segunda, lo primero que haré, será echarla del palacio principal, ese lugar me pertenece y a mis hijos, Abdel será el heredero, es el primogénito, y aunque no les guste, nada podrán hacer para cambiarlo. La pareja de ancianos se le quedaron viendo, su hija sería capaz de todo con tal de recuperar a su esposo, y el poder que significaba estar a su lado. —Hice todo lo posible por alejarlo de sus padres, no tenía porque soportarlos, sabía que Ahmed sería el heredero, solo tendríamos que regresar cuando muriera el viejo. —Pero fuiste tú la que decidió cambiar los planes, sí no hubieras decidido hacer lo que hiciste. —No me arrepiento, estaba cansada de sus infidelidades, disfruté todos estos años lejos de él, y ahora que todo ha cambiado, tendrá que aceptar que he vuelto, además él no se enterara de lo que en realidad ha pasado. —¿Y si te pide el divorcio? —No se lo daré, de ningún modo. —Podría repudiarte. —Podría, pero no lo hará, sé siente culpable, esa es la gran ventaja que tengo sobre esa mujer, la culpa que Ahmed siente no permitirá que me niegue nada de lo que pienso pedirle. —Debes de tener cuidado, hija, sabes que tendrás que acostumbrarte a sus tradiciones, eso es algo de lo que huiste en el pasado. —Ya buscaré la manera de manejar todo eso, mi principal objetivo es deshacerme de esa mujer y de sus hijos. Lyna pensaba que le sería fácil conquistar el amor de Ahmed de nuevo, estaba segura de su belleza, reconocía que la otra mujer era bella, pero para nada se podría comparar con ella. En la habitación de Ahmed y Aisha, la pareja no podía dormir, se habían preparado un baño de agua tibia, intentando relajarse, pero era inútil, el árabe sentía una ansiedad terrible por ver a sus hijos, en cambio Aisha por primera vez desde que se habían casado, temía perderlo. Era una mujer comprensiva que lo apoyaba en todo, los celos en su relación no existían hasta ese momento. Había estado tentada a preguntar, quería saber que iba a pasar con su relación, pero no quería martirizarlo con eso, el sueño por fin se apiadó de ellos, habían pasado horas acostados frente a frente, viendose fijamente en silencio. Por la mañana, cuando ella despertó, él ya no estaba a su lado, encontró la acostumbrada nota sobre su almohada, Ahmed había continuado con ese detalle, dejaba la nota cada vez que tenía que salir temprano. —Regresó más tarde, recuerda que te amo. Aisha no necesitaba que él explicara a dónde estaría, lo sabía perfectamente. En el hotel dónde se encontraba Lyna, la mujer se había arreglado atractivamente, el árabe al verla no pudo evitar notar que los años parecían no haber pasado por ella, se veía tan hermosa como la recordaba, su largo cabello rojizo caía en ondas por su espalda, mientras sus enormes ojos verdes iluminaban su rostro. —Hola —saludó mientras se aclaraba la garganta, ella se acercó para saludarlo con un rápido beso en la mejilla, estuvo tentada a besarlo en la boca, pero no se quería ver tan desesperada. —Hola, pasa, ahora vendrán nuestros hijos. Ahmed se sentía muy nervioso, por fin los vería después de tantos años. Poco después entraron sus hijos acompañados de sus abuelos, Ahmed que se había sentado en la pequeña sala, se levantó de inmediato al verlos. —Hijos, él es su padre, ya les he hablado de él todo este tiempo. Ahmed los observó impresionado, habían crecido demasiado, Adbel a sus trece años era muy alto, muy parecido a Mohamed, los dos eran idénticos a su padre, su cabello castaño oscuro hacía resaltar el intenso color azul de sus ojos. En cambio la pequeña Antara era idéntica a su madre, su cabello también era largo y rojizo, y sus ojos eran de un intenso color verde. No pudo evitar que las lágrimas lo traicionaran, no era la imagen que quería dar, pero era imposible no hacerlo, enseguida dio un paso al frente para intentar abrazarlos, sus dos hijos dieron instintivamente un paso hacia atrás para evitarlo.
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