CAPÍTULO CUATRO Cuando Avery entró en la oficina de la Dra. Higdon, se sintió como un cliché. La Dra. Higdon era muy tranquila y educada. Parecía siempre tener la cabeza un poco inclinada hacia arriba, mostrando la punta perfecta de su nariz y el ángulo de su barbilla. Era una mujer guapa, pero un poco exagerada. Avery había luchado contra el impulso de verse con un terapeuta, pero sabía lo suficiente sobre cómo trabajaba la mente traumatizada como para saber que lo necesitaba. Y fue insoportable admitirse eso a sí misma. Odiaba la idea de visitar a un psiquiatra y tampoco quería recurrir a la psiquiatra de la policía de Boston que había visitado unas cuantas veces durante los años después de casos particularmente difíciles. Así que se comunicó con la Dra. Higdon, una terapeuta de la qu