El ceño de Atenea frunció al mirarse en el espejo del baño. No fue simplemente verse, sino también sentir el dolor que su cuerpo experimentaba en ese momento. Era evidente que se excedió el día anterior; cada extremidad parecía haber sido atacada por algún animal salvaje.
Decidió despejar su mente en la ducha, recordando amantes, encuentros apasionados, disgustos, una noche intensa y una duda que persistía en su cabeza. Intentó pasar por alto el tema del tatuaje, pero estaba segura de que Valentino le había mentido y le ocultaba algo. Por supuesto, estaba decidida a descubrir qué era.
Envuelta en una toalla, salió del baño y se encontró con su nana limpiando la habitación. La observó recoger prendas del suelo, ordenar la cama y acomodar cosas que estaban fuera de lugar.
—Buenos días, mi
