—Mis disculpas, señora, pero el señor Rizzo está actualmente en una reunión con el comité —informó la secretaria, mostrándose apenada. Atenea guardó silencio brevemente, evaluando a la mujer frente a ella. No detectó indicios de mentira, más bien notó una expresión avergonzada. Observó un leve rubor en las mejillas de la secretaria. —Entiendo —respondió Atenea al fin—. Soy su esposa. ¿Sería posible guiarme a la sala de juntas? Estoy segura de que le alegrará verme. La secretaria titubeó al principio, pero rápidamente cerró la boca, consciente de los rumores que circulaban sobre la relación entre Valentino y su actual esposa. No quería alimentar chismes infundados, pero tampoco podía conceder el acceso a Atenea. —Lamento informarle, señora, que no puedo hacer eso. Sin embargo, si lo pr