*** —Oye, ¿Te vas a ir ya? —Lenox la atrajo hacia él, agarrándola de la cadera y dejándola caer suavemente en la cama —. Quédate conmigo hasta la noche, hoy no tengo turno. —Hay una cena esta noche, creo que vendrá un invitado —respondió Atenea, revolviéndose en la cama para liberarse, pero el italiano la deseaba exclusivamente para él —¿No me dejarás ir? Parece que nunca te cansas. —De ti no —la colocó encima de él, revelando su cuerpo desnudo que se encontraba cubierto con la manta —. Eres exquisita, si fueras una droga, moriría de sobredosis si fuera posible. —¿Eres poeta o algo? —sonrió divertida, inclinando su cabeza para unir ambas frentes mientras le acariciaba la mejilla. —Puedo ser lo que tú quieras, principessa —entró en ella con una estocada, dado que ambos cuerpos descans