Fuera de la mansión, Atenea y su amiga se desplazaron en un lujoso automóvil, optando esta vez por no llevar escoltas, ya que solo planeaban disfrutar de una noche entre chicas. El trayecto transcurrió en silencio hasta que Layla, incapaz de contener la intriga, rompió el mutismo. —Observo a tu futuro esposo bastante dócil. ¿Qué le has hecho? —preguntó directamente—. Hoy no armó un gran escándalo como en el incidente de la piscina. —Es porque lo hice firmar el acuerdo del que te hablé, donde renuncia a interferir en mi vida y yo en la suya —respondió Atenea, mirando por la ventanilla—. ¿Crees que, de no ser por eso, se habría quedado de brazos cruzados? Está loco, tan desvergonzado que estoy segura de que me habría prohibido salir mientras él se divierte teniendo sexo con su amante en cu