Atenea regresó a su habitación, recogió su cabello en una coleta mientras soltaba un bufido, frotándose las sienes por el leve dolor de cabeza que la mantenía malhumorada. Se deshizo de sus tacones y los apartó con los pies. Solo quería tirarse en la cama y dormir; tenía el cuerpo adolorido, ya que Lenox era bastante activo en la cama, dejándola marcada y extasiada. —Menuda noche —murmuró de mala gana, intentando bajar la cremallera del ajustado vestido que llevaba puesto. Le resultaba incómodo ya que estaba en la espalda, por lo que necesitaría la ayuda de otra persona para quitárselo. De repente, la puerta de la habitación se abrió, lo que hizo que Atenea suspirara aliviada, dejando de intentar bajarse la cremallera ella misma. —Nana, deja el té sobre el tocador y ayúdame con la crem