Vamos en el auto, rumbo a mi apartamento. Para que se tranquilizara por lo frustrada que estaba, Jonathan tuvo la idea de poner un poco de música clásica y sí que funcionó, Nana se quedó dormida sobre mis piernas, así que durante todo el camino voy como un idiota enamorado mirándola a la cara y consintiendo su cabello. No me puedo sacar de la cabeza que ese tipo le haya hecho algo, porque, aunque ella no me quiso contar nada de la noche en la que subí al piso donde quedaba su oficina y la vi salir tan acelerada y nerviosa de ese lugar, sé que algo tuvo que haber pasado. Además, que el hecho que Matilda me pidiera que subiera y esperara a Fernanda arriba, no es una petición normal. No noto en qué momento llegamos a mi edificio, pero cuando me doy cuanta mi chofer ya está parqueand