La mente de Ava daba tantas vueltas, que allí de pie, no se había enterado el momento en el que las manos de Daniel habían hecho de las suyas y ella ya se encontraba sin una sola prenda de ropa, estaba completamente al desnudo y la sonrisa ladina de él parecía satisfecha con lo que veían sus oscuros orbes. —Oh, Ava... no sabes cuanto deseaba verte completa, me excita tu cuerpo —gruñó él, escrutándola de pies a cabeza para tomarla por la nuca con ambas manos y atrapar la boca de ella entre la suya una vez más. Entre beso y beso, en el que sus cabezas se movían de un lado al otro, Ava quitaba con desesperación el pesado saco y la corbata de su prometido para dejarlos caer al suelo y con sus manos temblorosas comenzó a desabotonar su camisa formal. «Dios... me desconozco. Es evidente que