En la elegante sala principal de la mansión Busch, el ambiente estaba cargado de tensión. Doña Daniela, con una expresión de desaprobación en su rostro, no ocultaba su molestia ni por asomo. Sus palabras habían resonado en el aire, llenando el espacio con un aire pesado de descontento. —Daniel, ¿me estás escuchando bien? ¡Mírame cuando te estoy hablando, hijo! No puedo creer que hayas mentido sobre la edad de esa chica, te lo estoy diciendo —prosiguió, con su tono de voz tan frío como el hielo —Te he repetido una y otra vez que no es apropiado que te fijes en mujeres tan jóvenes. Es irrespetuoso y va en contra de los valores de este hogar ¡Es que ya lo sabes y siempre es lo mismo contigo! El comentario sobre su edad hizo sentir a la chica, vulnerable y expuesta ante la familia de Daniel,