Ava solo veía penumbras, estaba asustada, lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro para no ver su realidad. El corazón parecía que se quería salir de su pecho y las lágrimas parecían brotar de sus avellanados ojos. Al saberse descubierta, solo pudo alcanzar a decir el nombre de su suegra en un hilo de voz. —Doña Daniela, yo… —fue lo que Ava alcanzó a balbucear. Pronto sintió como la jalaban de la muñeca con fuerza, pero para su sorpresa, cuando descubrió su entorno, se dio cuenta de que era una sirvienta que tenía semblante afligido. —¡Rápido, señorita! Bajo la cama, por favor… —exclamó la joven uniformada, viendo a todos lados, nerviosa o más bien eufórica. La joven apuró a Ava con empujones para que pronto se metiera abajo de la cama de ese cuarto de huéspedes, Ava obedeció d