Desde la última sesión con Antonella, su psicóloga, Lia pasó los días dándole vuelta a una sola pregunta: ¿Cómo conseguiría una amiga de confianza con la que poder practicar? Su psicóloga le había dejado asignada la tarea de practicar para mejorar en su técnica de masturbación… en otra mujer. Y ese era el principal problema para Lia: ella no tenía amigas. No quería llamar a Antonella y dar lástima diciendo: “Estoy sola en el mundo, no hay mujeres en las que confíe tanto como para que me permitan practicar con sus v*****s”. No, ese sería su último recurso, y esperaba no tener que llegar tan lejos. Una tarde su suerte cambió. Ella nunca le había dado importancia a la frase popular: “Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana”. Lia no era una mujer religiosa, pero fueron estas palab