Lia llegó temprano al consultorio. Al mirar el reloj se sorprendió de que aún faltara media hora para el inicio de su sesión. La ansiedad por asistir le jugó una mala pasada y terminó llegando mucho antes de lo previsto. Pensó que lo mejor sería dar algún paseo, para matar el tiempo; pero no tenía ganas de caminar y no sabía de ningún bar cercano en el que pudiera tomar un café. Al final se decidió por tocar el timbre… y se arrepintió inmediatamente después de hacerlo. ¿Qué pasaría si Antonella estaba con otro paciente? Lia interrumpiría la sesión y además la dejarían esperando afuera. Como si fuera una niña otra vez, tuvo la tentación de salir corriendo y esconderse. Pero no tuvo tiempo para hacer esto, la puerta se abrió y la psicóloga pelirroja la miró con sus grandes ojos verdes. ―