Las deducciones más elementarles eran obvias. Para robar debes evitar utilizar una pistola. Para robar en un piso, te debes meter en él. Y en cada una de las veces, para obtener un botín, debes volver a actuar. El riesgo aumenta si quieres vivir de este modo.
Con este sistema, en cambio, todo esto no es necesario. El método es el factor común. Que después se llame mafia, camorra, ‘ndrangheta, no importa. El esquema es, en el fondo, muy sencillo: un atentado, un homicidio o una represalia persiguen un objetivo que va más allá de su fin inmediato. Deben generar un mensaje de terror que, cuando sea difundido suficientemente, determinará el temor por la organización: servirá para someter, para inducir a cualquiera a estar atemorizado incluso para hablar. Es de esta manera como se llega al con
