CAPÍTULO UNO
Gwendolyn yacía boca abajo en el pasto, la fría brisa del invierno rozaba sobre su piel desnuda, y mientras sus ojos parpadeaban para abrirse, lentamente, a lo lejos, el mundo volvía a verse con claridad. Había estado en algún lugar lejano, en un campo radiante con la luz del sol, flores, Thor y su padre a su lado, todos ellos riendo y felices. Todo era perfecto en el mundo.
Pero ahora, mientras abría los ojos, el mundo ante ella no podía haber sido más diferente. El suelo estaba duro, frío, y, parado sobre ella, levantándose lentamente, no estaba ni su padre, ni Thor — sino un monstruo: McCloud. Al terminar, se levantó lento, abrochó su pantalón y miró hacia abajo satisfecho.
Rápidamente, ella recordó todo. Su rendición ante Andrónico. Su traición. El ataque por parte de McCloud. Sus mejillas enrojecieron al darse cuenta de lo ingenua que había sido.
Se quedó ahí acostada, todo su cuerpo dolía, tenía el corazón destrozado, y cómo nunca en su vida, quería estar muerta.
Gwendolyn abrió más los ojos y vio al ejército de Andrónico, decenas de soldados, todos observando la escena, y se sintió aún más avergonzada. Ella nunca debió haberse rendido ante esta criatura; al contrario, ella deseaba haber muerto peleando. Ella hubiera escuchado a Kendrick y a los demás. Andrónico había jugado con sus instintos de sacrificio y ella había caído. Deseaba haberlo visto en la batalla, aunque significara morir, al menos habría caído con dignidad, con su honor intacto.
Gwendolyn sabía con certeza, por primera vez en su vida, que estaba a punto de morir. Pero de alguna manera, eso ya no le preocupaba. Ya no le importaba morir — sólo le importaba morir a su manera — y aún no estaba lista para hacerlo.
Mientras estaba allí acostada, boca abajo, Gwendolyn estiró la mano furtivamente y agarró un montón de tierra con la mano.
"Ya puedes levantarte, mujer", ordenó McCloud ásperamente. "Ya terminé contigo. Es momento para que otros tengan su turno".
Gwen agarró la tierra con tanta fuerza, que sus nudillos se pusieron blancos y rezó para que esto funcionara.
Con un movimiento rápido, giró y lanzó el montón de tierra a los ojos de McCloud.
No se lo esperaba. Gritó y tropezó, levantando sus manos para tratar de quitar la tierra de sus ojos.
Gwen aprovechó el momento. Habiendo vivido en el Castillo del Rey, fue educada por los guerreros del rey, y siempre le habían enseñado a a****r una segunda vez, antes de que el enemigo tuviera la oportunidad de recuperarse. También le habían enseñado una lección que nunca había olvidado; llevara un arma o no, siempre estaba armada. Siempre podía usar el arma del enemigo.
Gwen extrajo la daga del cinturón de McCloud, la levanto a lo alto y la hundió entre sus piernas.
McCloud gritó aún más fuerte, quitó las manos de sus ojos y las puso sobre su ingle. Sangre brotaba de entre sus piernas mientras se agachaba y sacaba la daga, jadeando.
Ella estaba extasiada por haber dado el golpe, por conseguir, por lo menos, esta pequeña venganza. Pero para su sorpresa, la herida, que habría derribado a cualquiera, no le hizo nada. Este monstruo era imparable. Ella lo había herido gravemente, justo donde se lo merecía, pero no lo había matado. Ni siquiera había logrado ponerlo de rodillas.
En cambio, McCloud sacó de un jalón la daga, chorreando de sangre y vio a Gwen con desprecio, con una mirada de muerte. Comenzó a descender hacia ella, sosteniendo la daga en su mano temblorosa, y Gwendolyn sabía que había llegado su hora. Por lo menos moriría con una pequeña satisfacción.
"Ahora arrancaré tu corazón y haré que te lo comas", dijo él. "Prepárate para saber lo que significa el verdadero dolor".
Gwendolyn se preparó para que le clavara la daga, se preparó para afrontar una muerte dolorosa.
Se escuchó un grito, y después de un momento de conmoción, Gwendolyn se sorprendió al darse cuenta de que el grito no provenía de ella. Era de McCloud; estaba chillando de dolor.
Gwen bajó las manos y miró hacia arriba, confundida. McCloud había dejado caer la daga. Ella parpadeó varias veces, tratando de entender lo que veía delante de ella.
McCloud estaba allí parado, con una flecha alojada en su ojo. Él gritaba, la sangre brotaba de la cuenca del ojo, mientras levantaba una mano y agarraba la flecha. Ella no podía entender. Le habían disparado. Pero, ¿cómo? ¿Quién?
Gwen se dio vuelta en la dirección en la que la flecha había volado, y su corazón se emocionó al ver a Steffen, allí de pie, sosteniendo un arco, escondido en medio de un enorme grupo de soldados. Antes de que los demás se dieran cuenta de lo que estaba pasando, Steffen disparó seis flechas más y uno a uno, los seis soldados que estaban a lado de McCloud cayeron, las flechas atravesando sus gargantas.
Steffen tiró su mano hacia atrás para tratar de disparar más, pero finalmente fue descubierto por un grupo de soldados que se abalanzaron hacia él y lo sometieron en el piso.
McCloud, aun gritando, se dio vuelta y corrió hacia la multitud. Sorprendentemente, todavía no estaba muerto. Ella esperaba que se desangrara hasta morir.
El corazón de Gwen se inundó de gratitud hacia Steffen, más de lo que él podía imaginar. Ella sabía que moriría aquí hoy, en manos de otra persona, pero al menos por ahora no sería por McCloud.
El campamento de soldados se calmó cuando Andrónico se levantó y marchó lentamente hacia Gwendolyn. Ella estaba allí tirada y lo vio acercarse, era increíblemente alto, como una montaña yendo hacia ella. Los soldados se quedaron atrás cuando se acercó más, en el campo de batalla había un silencio sepulcral, el único sonido que había era el del a***e del viento.
Andrónico se detuvo a unos metros de distancia, amenazante, mirando hacia abajo, sin expresión en su rostro. Estiró la mano y lentamente tocó las cabezas reducidas en su collar, y salió un extraño sonido que provenía de las entrañas de su pecho y garganta, como un ronroneo. Parecía estar tanto enojado como intrigado, al mismo tiempo.
"Has desafiado al gran Andrónico", dijo lentamente; el campo entero escuchaba cada palabra que decía, antigua y grave. Su voz se elevó con autoridad y resonó a través de las llanuras. "Habría sido más fácil si hubieras aceptado a tu castigo. Ahora aprenderás lo que significa sentir el verdadero dolor".
Andrónico bajó la mano y sacó la espada más larga que había visto Gwen alguna vez. Debe haber tenido unos dos metros y medio de largo, y su sonido especial resonó en el campo de batalla. La levantó por lo alto, volviéndola hacia la luz, el reflejo era tan fuerte que la cegó. Examinó la espada, retorciéndola entre sus manos, como si la viera por primera vez.
"Eres una mujer de origen noble", dijo. "Te queda perfecto el morir por una espada noble".
Andrónico dio dos pasos adelante, agarró la empuñadura con ambas manos y levantó la espada a lo alto.
Gwendolyn cerró los ojos. Oyó el silbido del viento, el movimiento de cada brizna de hierba y apareció un destello por su mente, de recuerdos aleatorios de su vida. Sentía que su vida llegaba al final, sintió todo lo que había hecho, a todos lo que había amado. En sus reflexiones finales, Gwen pensó en Thor. Ella puso la mano en su cuello y apretó el amuleto que le habían dado, y lo sostuvo firmemente en su puño. Podía sentir la cálida energía irradiando a través de él, esa antigua piedra roja, y recordó las palabras de Thor cuando se lo regaló: este amuleto puede salvar tu vida. Una vez.
Sujetó el amuleto con más fuerza, palpitando en su mano, y le pidió a Dios con cada fibra de su ser.
Por favor, Dios, deja que este amuleto funcione. Por favor, sálvame, sólo por esta vez. Déjame volver a ver a Thor.
Gwendolyn abrió los ojos, esperando ver la espada de Andrónico bajando hacia ella — pero lo que vio, la sorprendió. Andrónico se quedó allí, paralizado, mirando por encima de su hombro, como si viera que alguien se acercaba. Parecía estar sorprendido; incluso confundido, y no era una expresión que ella hubiera esperado ver en él alguna vez.
"Ahora bajarás tu arma", se escuchó una voz detrás de Gwendolyn.
Gwendolyn se sintió electrificada al escuchar esa voz. Era una voz que conocía. Ella giró, y quedó sorprendida al ver allí parado a una persona que conocía tan bien como su propio padre.
Argon.
Allí estaba, con su túnica blanca y capucha, sus ojos brillando con una intensidad como nunca había visto en su vida, mirando a Andrónico. Ella y Steffen estaban en el suelo, entre estos dos Titanes. Eran dos criaturas de una fuerza increíble, uno de las tinieblas y el otro de la luz, de pie uno contra el otro. Ella casi podía sentir la salvaje guerra espiritual por encima de su cabeza.
"¿Lo haré?". Andrónico se burló, sonriendo.
Pero en la sonrisa de Andrónico, Gwen pudo ver que sus labios temblaban, pudo ver, por primera vez, algo así como un miedo en los ojos de Andrónico. Nunca pensó que vería eso. Andrónico debe haber sabido de Argon. Y lo que sabía, era suficiente para hacer que el hombre más poderoso del mundo temblara.
"Ya no dañarás más a la chica", dijo Argon con calma. "Aceptarás su rendición", dijo él, dando un paso más cerca, sus ojos brillando, hipnotizantes. "Le permitirás regresar con su gente. Y permitirás que su pueblo se rinda, si así lo desean ellos. Sólo te diré esto una vez. Serás prudente en aceptarlo".
Andrónico miró a Argon y parpadeó varias veces, como si estuviera indeciso.
Finalmente, reclinó su cabeza y rio a carcajadas. Fue la risa más ruidosa y siniestra que Gwen había oído, llenando todo el campo, pareciendo llegar hasta el cielo.
"Tus trucos de hechicero no funcionan conmigo, anciano", dijo Andrónico. "He oído hablar del Gran Argon. Hubo un tiempo en que fuiste poderoso. Más poderoso que el hombre, que los dragones, que el mismo cielo, o al menos eso dicen. Pero tu tiempo ha terminado. Ahora es una nueva época. Ahora es el momento del Gran Andrónico. Ahora eres una reliquia, un remanente de otra época, cuando gobernaban los MacGil, cuando la magia era fuerte. Cuando el Anillo era indefendible. Pero tu destino está ligado al Anillo. Y ahora el Anillo es débil. Como tú.”
"Eres un tonto al enfrentarte a mí, anciano. Ahora vas a sufrir. Ahora, conocerás la fuerza del Gran Andrónico".
Andrónico se mofó y levantó su espada hacia Gwendolyn, esta vez mirando a Argon.
"Voy a matar a la chica lentamente, ante tus ojos", dijo Andrónico. "Después voy a matar al jorobado. Y luego, te mutilaré, pero te dejaré vivo, como un símbolo del poder de mi grandeza".
Gwendolyn se preparó y se estremeció mientras Andrónico llevaba la espada hacia su cabeza.
De repente, algo ocurrió. Escuchó un ruido en el aire, como de mil fuegos, seguido por los gritos de Andrónico.
Abrió los ojos en total incredulidad al ver el rostro de Andrónico, retorciéndose de dolor, soltando su espada y cayendo de rodillas al suelo. Ella vio a Argon dar un paso adelante, y luego otro, con una sola mano extendida, que irradiaba una bola de luz violeta. La bola se hizo más y más grande, envolviendo a Andrónico, mientras Argon continuaba caminando hacia adelante, inexpresivo, acercándose más y más a Andrónico, manteniendo extendida su mano.
Andrónico se retorcía en el suelo, mientras la luz lo envolvía.
Un jadeo surgió de este hombre, pero ninguno se atrevía a acercarse. O tenían miedo, o Argon había hecho alguna especie de hechizo para hacerlos impotentes.
"¡DETENTE!", gritó Andrónico, levantando las manos y cubriendo sus orejas. "¡TE LO RUEGO!".
"No le harás ningún daño adicional a la chica", dijo Argon lentamente.
"¡Ya no le haré más daño a la chica!", repitió Andrónico, como si estuviera en trance.
"Vas a liberarla ahora y permitirás que regrese con su gente".
"¡La liberaré ahora y le permitiré regresar con su gente!".
"Le darás a su gente una oportunidad para rendirse".
"¡Le daré a su gente una oportunidad para rendirse!", agregó Andrónico. “¡Por favor! ¡Haré lo que sea!".
Argon respiró profundamente, y finalmente se detuvo. La luz desaparecía de su mano mientras bajaba lentamente el brazo.
Gwen lo miró asombrada; nunca había visto a Argon en acción, y no podía comprender su poder. Era como ver que los cielos se abrían.
"Si nos volvemos a ver, Gran Andrónico", dijo Argon lentamente, mirando hacia abajo mientras Andrónico yacía en el suelo, gimiendo, "será en tu camino hacia los reinos más oscuros de la muerte".