Paseando por Roma

Amanecí otra vez

Lucía

Amanecí otra vez entre tus brazos, y desperté llorando de alegría

Amanecí otra vez, Armando Manzanero

Roma, mayo 2022

Abrí los ojos al día siguiente, y una sensación de calidez me envolvió. Un brazo moreno me sostenía y me pegaba a un cuerpo al cual quise acercarme más de lo que estaba. Se sentía muy bien, una sensación de familiaridad me invadía. Apoyé mi mano sobre ese pecho que subía y bajaba al ritmo de la respiración de una persona relajada. Mi mano derecha comenzó a acariciar ese abdomen perfecto con mis uñas rojas, podía percibir como esa piel reaccionaba a mis caricias. y me pegué aún más enredando mis piernas con las suyas. Dormir con él siempre había sido un placer pecaminoso, sus pestañas largas descansaban sobre sus párpados cerrados, su nariz recta y poderosa y esa boca carnosa que quería besar hasta que abriera los ojos.

Apoyé la mano sobre su pecho, sintiendo el latido de su corazón y no pude evitar depositar un suave beso y apoyar mi oreja para escucharlo. Relajarme, sintiendo su corazón palpitar era algo que me calmaba desde la primera vez que dormimos juntos, y de esa manera volví a caer rendida, acunada por sus latidos y su respiración pausada. Con la sensación de estar en casa, ese lugar al que había ansiado volver por años.

Dos horas más tarde, un rayo de sol me despertó al darme en la cara.

Me estiré bostezando y pensé en montar su cuerpo y despertarlo a besos como hacía siempre ...pero justo en ese momento mi cerebro procesó los datos al despertarse y caí en la cuenta de donde estaba y en qué línea temporal de mi vida me hallaba. Reaccione saltando de la cama como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

—FABIO QUÉ HACES EN MI CAMA!!! —grité arrancando la manta de la cama para cubrir mi cuerpo semi vestido.

Él se estiró como un gato al sol, y me miró con ojos adormilados.

—Lucia? —preguntó somnoliento— me acosté un rato y me debo haber quedado dormido. ¡Y esta es MI CAMA! —afirmó, sonriendo de lado.

—Pe-pero estás desnudo!!!—. Exclamé intentando evitar su mirada. A esta altura de mi vida no podía ser posible que su cuerpo con poca ropa me provocara todo tipo de pensamientos lascivos.

—No, estoy en bóxer —observó en un tono burlón, mirando hacia abajo.

—Es lo mismo. ¡Te sacaste la ropa para acostarte conmigo! —.

—Lucía, me estaba vistiendo y me pediste que me acueste con vos —.

—TE PODÉS VESTIR! ¡TAPATE ESO! — señalé con la mirada su excitación matutina que se hacía más que evidente en su bóxer n***o.

Fabio me miró, entornó los ojos y estalló en una carcajada.

—No me vas a decir que te da vergüenza verme así? — me guiñó un ojo y se paró con las piernas abiertas como mostrándose.

Me vuelve loca verte así. Te pasaría la lengua por esos abdominales hasta que me pidas por favor que me detenga murmuré entre dientes.

Me di vuelta rápidamente, poniendo fin a esos pensamientos que se acumulaban en mi cabeza y me metí en el baño con la ropa que estaba en la bolsa que anoche no había desarmado. Entré en la ducha mientras seguía oyendo esas carcajadas que hacían vibrar todo mi ser. Debía pensar en otra cosa, pero saber que ese hombre que producía todo tipo de emociones en mi cuerpo y en mi corazón, estaba del otro lado de la puerta, mientras yo estaba desnuda bajo el agua, trajo a mi memoria imágenes de nuestros cuerpos enredados bajo otra ducha, mis piernas enroscadas en su cintura, sus manos enormes sujetando mis nalgas y su cuerpo embistiendo contra mí hasta hacerme enloquecer de placer.

Sacudí la cabeza tratando de borrar esos recuerdos, y abrí más el agua fría, no me vendría mal refrescarme un poco. Debía ser la falta de sexo, hacía más de un año que no estaba con nadie y la presencia de Fabio me alteraba la sangre.

No podía caer de nuevo en sus redes. Si cedía, aunque sea un ápice, Fabio destrozaría lo que quedaba de mi corazón y no tenía fuerzas para enfrentar esa situación otra vez. Se suponía que era una mujer exitosa y profesional de treinta cinco años, no esa joven veinteañera, que enloqueció en sus brazos y aceptó un juego del cual salía rota cada vez.