—¿Lo olvidaste Kent? ¡Es el principio del conocimiento: el tiempo no existe! —dijo Lady Yukan con desconcierto. Kent la miró en silencio con gesto de suficiencia, admirando el desértico paisaje de aquel oscuro planeta. Clara Luz Galland y Leónidas Garreti estaban juntos, tomados de la mano, en aquella fría e inhóspita habitación. había un olor a lejía y aunque intentaba estar limpia, era imposible, gracias al piso renegrido. Un hombre de pequeña estatura y vestido de enfermero les señaló el camino hasta el fondo de aquel cuarto, donde había una puerta entreabierta. Los jóvenes caminaron hasta ahí. Pero, el forense fue el primero en entrar, encendió la luz y la temperatura era tan gélida, que Clara acarició sus hombros para darse calor. En medio de aquel cuarto había una camilla mortuori