CAPÍTULO DIEZ Estefanía prácticamente salió flotando de la arena en una ola de su propio triunfo. Había disfrutado de ver cómo apaleaban a Ceres como había disfrutado de muy pocas cosas. No era solo ver cómo le hacían daño; era tener el poder de hacerlo. Antes, Ceres era algo intocable gracias a la sangre de los Antiguos. Ahora, Estefanía podía demostrar a todos los que observaran que ella era más poderosa. Y esto significaba que tenía un modo de tener a sus seguidores desconcertados. Eso también era importante. Por su mente fluían todas las posibilidades que existían para destrozar a Ceres, analizándolas una a una como intentando valorar qué sería divertido y qué le dejaría demasiadas marcas para cuando llegara el momento de entregarla. —Pensaré en algo —dijo Estefanía, pero Ceres no