EN EL PRESENTE
Los rituales apenas estaban iniciando sobre todo para con los gemelos, no solo por ser los herederos sino porque se considera una bendición que la dinastía pudiese reproducirse de esa forma, se consideraba que tanto el Capo, como la mujer estaban bendecidos por Ala, y por ello les habían permitido traer al mundo a dos niños sanos y fuertes que llevarían el nombre de las familias en algo.
Alek es la viva estampa de su madre, con esos redondos y profundos ojos azules, con el cabello rojizo característico de la Regina y la piel blanca como la nieve, un bebe un tanto regordete con un buen apetito y muy sonriente, Mauridcio no paraba de mencionar que de esa forma era su sobrina al nacer, un bebita que no tenía miramientos para sonreír o llorar y al igual que su madre mostraba ser un niño mimado y consentido que no toleraba que la atención no fuese solo de él, a sus tres meses ya mostraba que sería bastante impaciente como su madre.
Mientras que Dante, era igual a su padre, con esos hermosos risos rubios, tan dorados como los rayos del sol y sus ojos un poco más rasgados que los de su hermano, pero del mismo azul intenso. Su piel era muy blanca, quizá más blanco que la de su gemelo, y con un carácter más fuerte, casi no sonreía a menos que fuese con Alexei, tenia pocas semanas de estar con él, pero el apego que mostraba con su padre era alucinante, no quiere decir que con Alek no fuese de esa forma, solo que Dante tenía el mismo carácter tosco y frio que el Capo, mientras en los rituales de sumisión Alek estaba sonriendo de todo, él estaba serio como recordaban todos que era el señor cuando tenia esa edad, nunca fue un niño de sonrisas o de berrinches, era mucho más maduro de lo normal y parecía que de esa forma seria su hijo.
El Capo, estaba más que complacido ante lo que los guardias y la servidumbre hacían por sus hijos, hacia debía hacer, sin miramientos y sin poner ni un segundo de duda que ellos eran sus hijos y por ente tenían todos los beneficios de su apellido el cual ya portaban. Desde el día siguiente de descubrir que los tenia los registro, los incluyo en la línea de sangre de su familia, sus retratos estaban siendo pintados en el árbol genealógico de los Petrova, más dos retratos individuales que adornarían la sala principal de la Mansión, sus herederos serian adorados, idolatrados y obedecidos a cabalidad por todos, ya que, las consecuencias de no hacerlo eran simplemente atemorizantes.
Cada vez que un heredero nacía las reglas de su importancia eran recordadas a todos, la primera era la sumisión que debían mostrar ante el niño aunque fuese un bebé, el respeto y adoración a sus pies, el respeto de ir de inmediato cuando ellos lo solicitaran, pero sobre todo no poner en tela de juicio la veracidad de su sangre y apellido, si el Capo daba a un niño como suyo era porque estaba plenamente convencido que era su hijo, sobre todo porque esta era la primera vez que un heredero nacía por fuera de un matrimonio legal y religiosamente constituido, por lo que aunque Alexei no tenia dudas para evitar cualquier reproche sometió a sus hijos con el consentimiento de Montserrat a una prueba de ADN, una que dio un resultado positivo y que no dejo dudas que los gemelos eran suyos.
Luego de terminar con todo delante de los niños, los hombres se dirigieron a discutir temas de negocios mientras que las mujeres se fueron a terminar de preparar la boda, solo tenían veinticuatro (24), horas para tener todo listo, y aunque el ama de llaves ya había adelantado algunas cosas desconocía los gustos de la señora por lo que dejo muchas de las decisiones a la Regina, ya que, no deseaba que le impusieran un castigo por no hacer las cosas como ella lo deseaba, lo único que si se había escogido sin que ella tuviese la oportunidad de elegir fue su vestido de novia, debía ser tradicional, de colores vivos nada parecidos a los vestidos que estaban acostumbrados en el occidente, por ello no fue escogido por ella, lo único que si podía escoger era el diseño y el color del vestido que utilizaría. Al ingresar a su habitación vio tres vestidos sobre la cama, uno de un tono azul rey vivo con bordeados plateados, eran tan brillantes que parecían hilos de plata y esa pedrería, eran bellas perlas y pequeños diamantes que formaban majestuosas flores, uno verde con finos detalles en hijos de oro que dejaban a cualquiera con la boca abierta, era alucinante, todos eran de diseños similares, largos, dejando todo a la imaginación, no mostraban ni los hombros, con un tipo cuello de tortuga y esas mangas en caída de campana que parecía una capa, en realidad le parecía hermoso el diseño, recatado, elegante, como toda una sultana, los vestidos eran hermosos, pero el rojo, Dios el vestido rojo resaltaba entre todos las mangas tenían un bordado parecido al verde, con hilos dorados que no dudaba eran oro puro, el detalle del pecho como si fuese una armadura con esas hojas esculpidas en un fino material y rellenas de diamantes que hacían que el traje brillara, los mismos bordados estaban en la capa interior, mientras que la parte más expuesta del vestido era de una seda sedosa.
Los ojos de la Regina brillaron al igual que el de su hermana y prima al ver la majestuosidad de ese vestido, el color de su piel y de cabello resaltaban con ese color rojo carmesí. Al medírselo parecía que estuviese hecho para ella, no hubo nada que arreglar ni corregir le quedaba simplemente perfecto, era una maravilla.
- El señor no se equivocó cuando dijo que se vería majestuosa en este vestido mi señora, permítame decirle que parece la favorita del sultán con este vestido.
- ¿El escogió el vestido? La regina quedo sorprendida no esperaba que él hiciera eso.
- Todos los escogió, pero estaba casi convencido que escogería este, también fue el favorito del señor, además, que fue él quien dio sus medidas al sastre, y no se equivocó, le queda perfecto.
- Bueno, mi cuñado ha tenido tiempo de recorrer y conocer a la perfección las curvas de mi querida hermana. Mientras que las italianas sonrieron la rusa se puso roja como un tomate, no era para ella costumbre hablar tan abiertamente de las relaciones maritales.
Los preparativos continuaron dado que ahora ella tendría muy poco tiempo para aprender lo que usualmente una novia aprendía en toda su vida, la culta y tradiciones de ellos no eran los mismos que en Italia y en la mitad de la ceremonia tendría que aceptar varias condiciones que expondría el Imán y las cuales según los rusos eran las obligaciones de una esposa, como por ejemplo obedecer, ser fiel y no negarse a los encuentro maritales que su esposo considerara necesarios para procrear, además de acceder a la sumisión y dominio, eso último sería un problema, debía hablar de eso con Alexia ya que su familia no permitiría aquello.
Las horas pasaban y los rituales le parecían cada vez más sangrientos y pesados, para los rusos era algo normal, pero para ella que estaba acostumbrada a las metáforas en su cultura y a no ver sangre en las bodas no dejaba de sorprenderle todo lo que hacían, sobre todo al ver las caras de las mujeres Angelucci que al igual que ella no podían salir del asombro. Tendría que cortarse la palma de la mano y dejar salir una cantidad considerable de sangre la cual seria depositada en una copa, luego su esposo haría lo mismo, unirían las sangres y beberían de ella, posteriormente pasarían por el rostro del otro la palma de la mano cortada dejando el rastro de la sangre en sus caras, todo eso simbolizaría y sellaría un acto matrimonial que no se podía romper, estaban sus sangres unidas en su interior y sus pieles impregnadas de la dinastía del otro, lo que dejaba a su matrimonio imposibilitado de un divorcio, no era como que planearan dejarse a futuro, pero le parecía demasiado y eso que aun no le contaban el ritual que para ellos era el más importante, ella debía enfrentarse al beso del lobo, y no esa no era una metáfora.