CAPÍTULO 16 | QUIERO QUE MUERA

2145 Words
No comprendía porque había hecho aquello, pero de alguna forma se lo agradecía, no era la venganza que Gabrielle se merecía, ella necesitaba que quien fuese que muriera sufriera, sufriera al punto de sentir que era mejor estar muerto que en las manos de Ozan o incluso de las suyas propias, pero aun así agradecía el gesto que tuvo. Alexei estaba demostrándole que estaba dispuesto hacer por ella y por su amor todo lo que fuera necesario para que dejara que él acariciara, aunque fuera uno solo de sus cabellos, son dejarlo ver su cuerpo semidesnudo seria suficiente para él, por el momento claro, porque no iba a resistirse a verla en esas pequeñas batas de dormís que estabas hechas de esa fina y suabe seda con bordes un sexy encaje que lo hacían perder la cordura. En su mente retorcida y lujuriosa había una escena muy clara, una con la que soñaba desde antes de ella marcharse de su vida. Quería tenerla en el balcón de su habitación privada en Rusia, a puertas cerradas, pero con el balcón de par en par mientras que en el barandal el se deleitaba de besar, tocar, chupar y morder cada centímetro de su cuerpo, pero lo que para él hacía más excitante aquella fantasía, era que ella aun tuviese puesto el vestido de novia, que solo la falta estuviese levantada hasta sus muslos y sus gemidos fueran consumidos por el frio viendo de invierno en el que quería casarse. No había algo que deseara más que tenerla en aquella morbosa posición mientras que él la penetraba con ímpetu, hasta que ambos olvidaran el frio por lo rápido que sus corazones estarían bombeando sangre. Aun estaban a solas y en aquella habitación que hacia casi tortuosa su estancia, odiaba estar solo con ella y que no estuvieses teniendo s**o, necesitaba todo de ella y eso incluía calmar su libido con ella, algo que la Regina noto al sentir como la dureza del pantalón de su ahora prometido rosaba levemente su trasero, no podía mentir, ella también deseaba con muchas ganas que hiciera con ella lo que deseara, pero su orgullo siempre estaría por encima de toso y esto no era la excepción, solo que decidió jugar un juego en el que perdería, porque provocar al diablo solo tiene un final, y ese es terminar quemándose con él en las mismísimas llamas del infierno mientras ambos son consumidos por sus pecados o en ese caso, por sus deseos. - Gracias, agradezco tus intenciones de ayudarme a vengar la muerte de mi guardia, pero sabrás que con eso no estoy satisfecha, necesito más si tu intención es que yo confié en ti. - Dimmi cosa vuoi? Chiedi quello che vuoi mia Regina, farò quello che mi chiedono le tue belle labbra (Dime ¿Qué quieres? Pide lo que quieras mi Reina, haré lo que tus hermosos labios me pidan). Ella sonrió, no había nada que le encantara más que verlo sometido a sus pies y dispuesto a lo que fuera que ella pidiera, adoraba cuando esos ojos azules dejaban de ser hostiles y se posaban en rodillas ante ella solo para obtener, aunque fuese uno solo de sus besos, no había nada en el mundo que le gustara más que aquello. Le gustaba que todos hicieran lo que ella dijera, peor cuando se trataba de él todo tenía un toque caliente que las cosas no fueran solo por poder, era por mucho más que eso, era por place, por sentir como devoraba cada centímetro de su piel y terminaba sometiéndola como una pequeña muñeca que no podía hacer nada ante el enorme tamaño de cada parte del cuerpo de aquel hombre. Para muchos sería difícil describir al capo, pero si le preguntaban a ella de hecho era algo sencillo, Alexei es un hombre testarudo, frio y dominante. Su poder siempre se ha pasado en la supremacía y en demostrar que el lugar que ocupa no es solo por tener un apellido, sino por que todos los que pertenecían a los Zakone eran conscientes que no había nadie mejor que él para ocupar aquel lugar, pero además de eso él era un hombre hermoso, con músculos enormes que eran aun más grandes cuando estaba desnudo, y si todo el bello de su cuerpo era rubio y ni hablar de sus abdominales marcadas cual chocolatina que tentaban a pasar con suavidad su lengua para deleitarse del sabor y del magnifico olor corporal de aquel hombre, porque si algo lo caracterizaba era esa fragancia masculina con toques amaderados que lo hacían sentirse imponente. Si tuviese que decir cual era la parte de su cuerpo que más le gustaba, se perdería entre sus ojos, sus manos y su mi***ro, no sabía a ciencia cierta cual de esas tres partes le gustaba más. Sus ojos eran dos lagunas que reflejaban el cielo y al mismo tiempo el infierno, no era alguien que ocultaba sus sentimientos y los dejaba muy claros con tan solo una mirada, por eso mismo sabia que la amaba. Sus manos grandes eran espectaculares, aun más cuando con esa sonora ira sujetaban un arma sin temblar por un solo segundo, misma rudeza con las que la estampaba contra su trasero y la azotaba en el s**o, no era mable, tampoco tierno y eso le encantaba le volvía loca la forma tan alocada que tenia de hacerla ceder el poder y terminar como una sumisa ante él y esos dedos, Dios sus dedos, cuando se perdían en ella mientras recorría con su lengua sus senos solo imaginar aquello la hizo ponerse húmeda. Pero por otro lado estaba su mi***ro, uno grande y ve**so, que le hacia gua la boca cada ves que lo veía, era imposible para ella no compararlo o incluso confundirlo con una paleta de helado y chuparlo hasta que se sentía completamente satisfecha, misma sensación de placer que cuando la embestía primero lento para hacerla sentir cómoda con su tamaño, pero después su rostro terminaba estampado contra las almohadas, o sus piernas puestas sobre sus hombros y el ritmo de su cadera era tan rápido que terminaba sonando como si una charca de agua estuviese en su interior, perdía la cuenta de las veces que se venia con él, de los orgasmos que le dejaban las piernas como gelatina o incluso de los chupetones que antes de que llegara ese ruso odiaba y que ahora adoraba, porque eran las marcas de una buena cogida. Se relamió los labios para tentandolo aún más, quería que se volviera más loco y deseoso por ella, que no lograra controlarse e incluso se abalanzara para atraparla, pero ella no se lo permitiría era rápida y escurridiza, esas eran dos de sus más grandes cualidades. - Voglio che Katerina muoia, ecco cosa voglio Capo (Quiero que Katerina muera, eso quiero Capo). Solo dijo aquello y se dio la vuelta, sabía que él iría detrás de ella, esperaba que intentara tomarla por sorpresa para entonces hacer su movimiento y salir de la habitación antes que él pudiese atraparla, pero entonces, aunque estaba a la defensiva no se dio cuenta en que momento termino en sus brazos atrapada sin poder salir. Con su brazo derecho la atrajo hacia él apretándola contra su cuerpo mientras que su mano izquierda la tomo por la nuca y la obligo a besarlo, al principio fue un beso forzado en el que no le dejo el camino fácil, pero solo basto de una pequeña mordida en su labio inferior para que ella le diera acceso a su boca y su lengua la recorriera por completo. Ese fue un beso húmedo, lleno de lujuria y placer que incluso la llevo a soltar un par de gemidos y a que sus pezones duros se notaran sobre la tela de su fino vestido. Sí, ella era rápida, pero el deseo que tenia por besarla lo llevo a ser incluso más rápido que ella y que sus reflejos, de ese beso solo se separaron cuando ambos sintieron que les faltaba el aire y aun así se quedaron con sus frentes pegadas, rosándose las puntas de sus narices y con una sonrisa en los labios. Cuando ella abrió los ojos y vio que él estaba divertido por la forma en la demostraba que había disfrutado de su tacto intento separarse, pero fue inútil, aquel hombre la tenia sujetada con fuerza y no la iba a soltar hasta que lograra lo que deseaba. - Tendrás lo que quieres, ¿La deseas muerta?, entonces ella morirá y de la forma en la que tu escojas, hare lo que me pidas con tal de que veas que estoy dispuesto hacer lo que sea por ti y porque tu corazón nuevamente lata solo por mí, pero mi adorada Regina, entonces tú también tendrás que darme algo. Su sonrisa la hizo comprender lo que él quería. - No, no tengo que darte nada. Intento otra vez soltarse, pero no pudo – Tú eres quien debe hacer no yo, suéltame Alexei. - Tranquila, que lo que yo quiero, tú también lo disfrutaras. La volteo con rapidez y la sujeto por el abdomen mientras con su mano libre recorría su cuerpo, noto sus pezones duros e hizo a un lado su cabello esponjoso para besar con libertad su cuello y hacer que el deseo que sentía en ese momento se avivara aun más. Lentamente fue bajando su cremallera hasta que sus hasta que sus senos estuvieron expuestos, él había hecho que quedaran delante del enorme espejo que ella tenía en su cuarto, así cada uno de los toque que él le daba no solo son sentía también los veía y eso la excitaba aún más, termino de sacar su vestido y tomo su rostro para besarla mientras que jugueteaba con sus dedos en el borde de esas finas y hermosas bragas de encaje que no soportaron la intromisión de Alexei y terminaron hechas nada en sus dedos. - No te resistas, sé que también me deseas, solo déjame hacerle venir para mí. Esas palabras dichas en su oído, fueron suficientes para hacerla sentir como el fuego de su entrepierna subía por todo su cuerpo y la hacían perderse pro completo en esos ojos del diablo, sus manos sobre ella se sentían como el cielo y ni hablar de sus labios, y justo cuando estaba por responderle sintió como él dejaba de besarla y se llevaba los dedos índice y medio de su mano derecha ala boca, sabia lo que venia y era algo que le encantaba, ambos con una sonrisa miraron al espejo y ella poso su cabeza en su hombro para estar más cómoda mientras que él le daba placer a su cli**ris ya húmedo, sintió sus pliegues y los deslizo bien para impregnarlos de su saliva y que sus largos y gruesos dedos se mojaran al mismo tiempo de un poco de sus fluidos, comenzó con ligeros toques que se fueron convirtiendo casi en movientes vibratorios que la estaban haciendo tocar el cielo. Si debía morir que la dejaran hacerlo en ese momento, estaba en el estaxis puro mientras recibía la mejor de las caricias y todo con el complemento perfecto, si había algo que le encantaba era ver como él miraba su cuerpo desnudo, como en su mirada de reflejaba el amor y el deseo por cada centímetro de ella, no solo de su va**na, también sus senos, su abdomen, sus piernas, no solo se la comía con el mi***ro, con los dedos y la lengua, lo hacia con los ojos y eso la hacia sentirse, única, especial, diferente, eso la hacía sentirse amada. Él la soltó y comenzó a mover las yemas de los dedos de su mano libre por su abdomen hasta llegar a sus senos para apretarlos un poco, fue doloroso y delicioso la mezcla y balance perfecto entre ambos y en pocos minutos sintió como su interior se calentaba y vibraba al punto de explotar, estaba mojada, tanto que estaba mas que lista para recibirlo en su interior. Solo sintió como era cargada y lanzada a su cama con un poco que fuerza que reboto, no fue brusco, de hecho, fue divertido, mientras ella estaba acostada el caminaba hacia ella quitándose la camisa y desabotonando su pantalón que en unos instantes estaría perdido en alguna parte del piso de la habitación. Podían negarlo y gritar a los cuatro vientos que para ambos era más importante el poder que el amor o la familia, pero esos momentos les demostraban que había algo más importante que lo que profesaban, algo mucho más que la simple unión de sus cuerpos, algo que se tenían, pero que no se decían porque de alguna manera el otro lo sabía, son una pareja compleja una que tiene una forma poco convencional de decirse las cosas sin al mismo tiempo decir nada, el s**o.
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