CAPÍTULO DOCE Mientras Kyle se balanceaba en el aire boca abajo, atado por los pies con la cuerda de plata, levantó la vista hacia Rynd -esos grandes ojos negros, sin vida, esa horrible mueca -quien blandía la enorme espada de plata apuntando directamente a su garganta. Supo que ese momento podría ser su último sobre la tierra. En cierto modo, Kyle se sintió aliviado. Había estado viviendo desde hacía siglos, demasiado tiempo, lo sabía, y la muerte podría darle un respiro. Por otro lado, mientras Kyle pensaba en ello, se dio cuenta de que la muerte no le traería ningún respiro, sino más bien un rápido descenso a los infiernos. Lo que le esperaba era un milenio de luchas contra los demonios y sería torturado por criaturas enfermas; en verdad, no lo deseaba. Más importante aún, todavía ten