Uno. “El desaparecido”

2514 Words
Mi madre mantenía el noticiero puesto en la pequeña pantalla que mantenía en la cocina, mientras se dedicaba a terminar de preparar el desayuno. Me adentré en la cocina y me detuve a su lado para ayudarla, dedicándome a prestar un poco de atención en lo que decía el periodista que entrevistaba al senador Lee. El hombre hablaba sobre la desaparición de su único hijo, Jeremy, el cual había sido visto por última vez en las afueras de un club hacía un par de noches atrás; desde entonces, nadie sabía nada de su paradero, por lo que el senador Lee pedía ayuda a toda la ciudadanía para que pudiesen buscarlo, o dar algún tipo de información acerca del joven de veinte años. Incluso ofrecía algún tipo de recompensa monetaria. Al escuchar aquella desesperación con la que hablaba el hombre, hacía que una gran satisfacción se apoderara de mí, porque tal parecía que estaba haciendo bien mi trabajo. Me tomó cuatro meses prepararme, cuatro largos meses de recibir clases de defensa personal y de practicar boxeo, cuatro dolorosos meses en los que me obligué a hacerme más fuerte para así poder cumplir con mi objetivo: torturar y acabar con la vida de la maldita escoria que acabó con la mía. El único que supo lo que me sucedió, había sido mi padre, y aunque a pesar de que insistió en múltiples ocasiones en que le dijese quien me había hecho daño, le oculté esa información, por el simple motivo de que jamás permitiría que él volviese a prisión, antes de que eso sucediera, sería yo la que se iba a podrir en la cárcel.   —Dios mío, debe de ser terrible pasar por eso —comentó mi madre, mientras se dedicaba a servir el café en la mesa—, el solo pensar que pueden secuestrarte a ti o a tu hermano, hace que se me ponga la piel de gallina. La levanté a ver, sus grandes ojos verdes me veían con preocupación, era como si se estuviese imaginando estar en el lugar del hombre que no dejaba de pedir que soltaran a su hijo. —Incluso estoy pensando en la posibilidad de que tengan un guardaespaldas, esta ciudad cada vez se está poniendo más peligrosa. —¿Crees que alguien querrá secuestrar a los hijos de una doctora veterinaria y un contador? —bromeé, dejando salir una risa sarcástica—, no me hagas reír, mamá. Ella suspiró, sacudiendo ligeramente la cabeza, pero sin dejar de mirarme. —No entiendo desde cuándo cambiaste tanto, Tania —me reprochó, echando un vistazo al tatuaje de fénix que llevaba en mi clavícula izquierda—, ahora hasta te has tatuado —musitó—, me respondes mal, no sales mucho de casa, ni siquiera quieres continuar con tu carrera de medicina —ella ladeó su cabeza, exhalando pesadamente—, ¿Qué pasó con mi niñita? ¿Qué sucedió con la chica que quería salvar al mundo? Levanté los hombros, restándole importancia mientras llevaba el pan a la mesa. —Se dio un fuerte golpe contra una fría pared —dije en respuesta. —¡Ya estoy aquí! —Taydon apareció en la cocina, completamente listo para irse a la universidad. Dejé de mirar a mi madre para dedicarle una mirada a mi pelirrojo mellizo, quien de inmediato miró de mí a mi madre y viceversa. —¡No me digan! ¿Ambiente tenso entre las mujeres Roberts otra vez? —bromeó, acercándose para luego darnos un abrazo a ambas. Puse los ojos en blanco, mientras que mi madre sonreía. Justo ahora, Taydon era completamente lo opuesto a lo que yo podía ser: él era un alma libre, lleno de felicidad, el tipo de persona que le veía el lado positivo a todo a su alrededor, en algún momento yo fui esa persona, pero Jeremy Lee se había encargado de matarla. —Hola, hijo. ¿Listo para tus clases de anatomía? Taydon aplaudió al escuchar aquello, y era que en realidad llevaba más de una semana sin dejar de contarnos sobre sus próximas clases de anatomía, donde abriría cadáveres para practicar su cirugía. En teoría, yo hubiese estado igual de emocionada que él, pues en aquel momento también estuviese llevando dicho curso, cosa que tuve que cambiar cuando decidí acabar con la vida de una persona, en lugar de salvarla. —¡No te imaginas cuánto esperé este momento, mamá! —exclamó con emoción, mientras se sentaba en su sitio frente a la mesa. —Taydon, lo mejor será que no hablemos de anatomía en esta mesa —arguyó mi padre, en cuanto entró a la cocina para ir a besar a su mujer. Después me echó un vistazo, por lo que supe a que se refería, por lo que solo moví mis manos, restándole importancia. —No me importa, Taydon puede seguir festejando —hablé con sinceridad—, después de todo, fui yo quien decidió dejar esa estúpida carrera —comenté, mientras me sentaba al lado de mi hermano. —Antes no pensabas que era estúpida —me reprochó él, viéndome de forma desilusionada. —Es lo que pienso ahora, Taydon. Es una estúpida carrera, ¿Qué harás al respecto? ¿Sentarte a llorar? —¡Tania! —exclamó mi madre, dedicándome una mirada llena de desaprobación—, no tienes que ser grosera con tu hermano, ¿Qué es lo que sucede contigo? Levanté las palmas de mis manos en señal de rendición. —Está bien, me cayo —comenté, no sin antes dedicarle una nueva mirada a mi hermano—, solo cuéntame si el cadáver que abres es el de Jeremy Lee. Mi padre se echó a reír, mientras que mi madre se levantaba de la mesa de forma sobresaltada. —¡Santo cielo, niña! ¡Con eso no se bromea! Torcí una sonrisa, levantando los hombros con despreocupación. —Déjala, cielo. Ahora sabemos que Tania tiene un poco de humor n***o en su alma —musitó papá, jalando de su mano para que volviera a sentarse. Él me dedicó una fría mirada, era de aquel tipo de mirada que me daba a entender que sabía mi secreto, por lo que al final terminé por ignorarla para así concentrarme en mi desayuno. —Pienso en los padres de ese pobre muchacho y se me parte el alma —masculló mi madre, sin poder dejar de lado el tema completamente. —Me sorprende que estés tan tranquila —Taydon comentó de pronto, al voltear a verme—, ¿No solía ser tu amigo? —Solía, Taydon —repetí, haciendo una mueca al recordar cuando el bastardo fingía ser mi amigo, cuando lo único que quería era aprovecharse de mí—, tú lo has dicho, solía ser mi amigo. Ahora, me importa una mierda lo que le pueda pasar a ese hijo de puta. —¡Tania! —¡Basta, mamá! —exclamé, mientras golpeaba la mesa con ambos puños, sin importarme siquiera el haber hecho que se sobresaltara con mi actitud. En aquel momento la rabia me había invadido, y cuando lo hacía, el poco respeto que aún conservaba hacia mi familia, se esfumaba; ya comenzaba a hartarme el hecho de que se la pasara regañándome todo el tiempo—, ¡Si te digo que no me importa, es porque no me importa! ¡No pretendas que sienta empatía por alguien por el cual no siento absolutamente nada! ¡Por mí que se pudra en el infierno que bien merecido lo debe de tener! —terminé diciendo para después comenzar a caminar a paso rápido fuera de la cocina. Caminé a paso rápido hacia la puerta principal, tomé las llaves de mi motocicleta y después salí prácticamente corriendo hacia la cochera. El plan era dejar que sufriera más, pero, al fin y al cabo, terminaría en el mismo sitio, así que iba a terminar con aquello de una vez por todas. Subí a la motocicleta y arranqué, para después comenzar a conducir a toda velocidad hacia la vieja y húmeda fábrica abandonada donde se encontraba atado, colgando del techo, el mismísimo Jeremy Lee. +++ Comencé a arrastrar las enormes tijeras de apodar contra el sucio suelo lleno de moho. La hediondez de orines junto con estiércol era ya insoportable. El sujeto estaba tal y como lo había dejado dos noches atrás, colgando del techo, con sus ojos vendados, la única diferencia es que justo ahora se le veía más demacrado, sin fuerzas… pues cuando me escuchó, tan solo pudo levantar un poco la cabeza. —Por favor —suplicó, casi llorando—, sea quien seas, dime qué es lo que quieres; mi padre tiene mucho dinero. Dejé salir una risa llena de satisfacción, a la vez que negaba con la cabeza. El sujeto aún no tenía ni la más remota idea de quién se había convertido en su peor pesadilla justo en aquel momento. —No me hagas daño, te lo suplico. Ya en aquel punto, sus lágrimas y sollozos eran más que evidentes, el hombrecito que jugó de todo poderoso al violarme en aquel auto, sin siquiera importarle en mis gritos de súplica, se había convertido en un maldito cobarde. —Te doy mi palabra de que nadie va a buscarte, no diré nada —sus sollozos lo invadieron aún más, provocando con ello que me sintiera realizada, al ver frente a mis ojos mi único objetivo: hacerlo sufrir. Me acerqué con lentitud a él, pasé la punta de las tijeras por todo su pecho, hasta detenerlas justo sobre su pene. Con la otra mano, solté sus pantalones, los cuales cayeron enseguida abajo. Un horrible olor me hizo hacer una mueca, al punto que debí de llevar una mano hasta mi nariz para poder acostumbrarme. Sus gritos de súplica aumentaron cuando sintió que su bóxer también caía abajo con sus pantalones. —¡Por favor! ¡No me hagas daño! ¡Por favor! —repitió. Levanté la cabeza y subí una mano hasta su rostro, acaricié su mejilla y después arranqué la venda de sus ojos. Su rostro se encontraba cerca del mío, al punto que fui capaz de ver la expresión de miedo que me dedicó al descubrir quién era su secuestradora. Sus ojos estaban hinchados, probablemente el sujeto llevaba horas llorando. —Por favor, no me hagas daño, por favor —repetí con lentitud—, ¿Te recuerdan a alguien esas palabras? —Ta, Tania —tartamudeó, sus labios sin dejar de temblar, al igual a como lo hacía todo su cuerpo. —¿Cuántas chicas has violado, Jeremy? —pregunté. Él volvió a llorar, mientras se dedicaba a negar con la cabeza. —¡Dime! —grité, mientras apretaba las tijeras alrededor de su pene. Un sonoro grito desgarrador abandonó su garganta, lo que me hizo sentir aún más satisfecha de lo que ya me sentía. Ni siquiera me detuve a mirar dónde había caído su m*****o, pues solo podía mirar la forma en que su cuerpo se retorcía ante el dolor que sentía. —¿Cuántas chicas has violado, Jeremy? —repetí, tomando su rostro con una mano mientras levantaba las tijeras cubiertas con su propia sangre, a la altura de su rostro. —¡Siete! —exclamó, sus lágrimas eran mucho más intensas y dolorosas. En otra época, probablemente hubiese sentido pena por él, pero no ahora, ahora lo que sentía era asco… repulsión pura hacia un cerdo violador a como lo era él. El odio se había adueñado de mí, sin siquiera dejarme la oportunidad de pensar en otra cosa que no fuese venganza. —¿Qué quieres de mí? —el sujeto no dejaba de llorar, mientras que del sitio donde una vez estuvo su pene, no dejaba de sangrar. Me senté en una vieja silla frente a él, apoyando mis antebrazos contra el respaldo de esta. —Quiero que te mueras, ¿No es obvio? —Por favor… no lo hagas —su voz se debilitaba, mientras que su cuerpo era traspasado por innumerables espasmos. Su cabeza la tenía gacha, su cuerpo se veía débil, sus fuerzas poco a poco lo iban abandonando. —El mundo estará mejor sin un violador como tú, descuida. Nadie va a extrañarte —musité, al dedicarme a revisar las uñas de mis manos de forma perezosa. —¿Por qué lo haces? —me levanté y caminé nuevamente hacia él. Llevé una de mis manos hasta su barbilla y levanté su cabeza para que pudiese mirarme a los ojos. —Porque eres una maldita plaga, la cual no puede seguir reproduciéndose. —¿Crees que vas a salir ilesa de esto? —Claro que no, sé que me pudriré en prisión, pero lo haré con gusto sabiendo que ya no respiras mí mismo aire. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, abría y cerraba sus ojos constantemente, tal y como si estuviese luchando contra la necesidad de quedarse dormido. —No conoces a mi padre —susurró, su voz cada vez más débil—, cuando sepa que has sido la responsable de la muerte de su único hijo—, hizo una pausa a causa de un ataque de tos—, te buscará y te asesinará de la manera más cruel que puedas imaginar. Puse los ojos en blanco, mientras me dedicaba a buscar mi navaja en los bolsillos de mi chaqueta. —Comienzas a hartarme —las abrí y busqué sus muñecas—, nos vemos en el infierno, Jeremy Lee. Después simplemente pasé el filo de mi navaja alrededor de sus muñecas. Él ni siquiera se quejó, pues se encontraba tan débil que ni siquiera tenía fuerza para quejarse. Me quedé en ese mismo sitio, observando la forma en que la sangre recorría los costados de su cuerpo al caer de sus muñecas. Observé la forma en que Jeremy Lee se desangraba hasta la muerte, sin sentir pena alguna por él. En aquel instante comprendí una vez más, que toda la humanidad que alguna vez existió dentro de mí, se había extinguido. +++ Conduje hasta la comisaría de la ciudad, estacioné y bajé de ella para después dirigirme hacia el interior del lugar. Tomé el móvil y busqué el número de Taydon, poco antes de ingresar, marqué su número y esperé a que respondiera. —Tania, ¿Qué pasa? Estoy en media lección —dijo, en un tono algo molesto. Sonreí, negando ligeramente con la cabeza. —Solo quería decirte que te quiero, y que por favor cuides mucho de mamá —terminé la llamada sin darle siquiera la oportunidad de responderme. Tiré el teléfono al bote de basura, empujé las puertas de la comisaría y me dirigí a paso seguro hacia el primer oficial que miré. Me detuve frente a él, quien de inmediato se dedicó a observar las manchas de sangre en mi ropa. —Soy Tania Roberts, y acabo de asesinar al hijo del senador Lee —mencioné, mientras estiraba mis manos hacia el frente para que me pusiera las esposas.
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