Marcus Salí de la casa furioso, azotando la puerta con todas mis fuerzas, aunque eso significara despertar a todos los vecinos. Maldición, ¿por qué tuve que fijarme en esa loca? ¿En serio pensaba que todos los hombres éramos iguales y por eso íbamos a aprovecharnos de ella? Prácticamente me estaba comparando con el imbécil de William y carajo, esa era una terrible ofensa para mí. Sentía mi sangre hervir y que si la viera en ese instante, sólo gruñiría como un perro rabioso. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos y el aire del ambiente comenzaba a llenar mis pulmones, también iba llevándose el enojo, como si fuera por arte de magia. “¿Qué podía esperar? Ella me odia por haber sido un patán”, pensé, luego de unos segundos de meditación, incómodo de tener que darle la razón desp