Sobre la cama hay una mujer dormida profundamente y unos fuertes toques en la puerta hace que ella se levanté azorada por el susto. — ¡Yolanda! — gimió la joven al ver la cama de al lado vacía— ¡Se fue! Los golpes siguieron y de repente la puerta se abrió y ahí estaba con cara de pocas amigas la hermana Felicia. — ¿Qué pasa que no se han levantado? — le dijo. —Lo siento, pasé mala noche y me quedé dormida, no escuche las campanas del llamado — dijo Mercedes levantándose nerviosa y confundida. Los ojos pequeños y vivaces de la monja observaron la cama vacía y muy bien arreglada de Yolanda. —Ella ¿En dónde está? — sus ojos volaron por toda la habitación. —No lo sé— Mercedes se había sentado en la cama con los hombros caídos. Estaba despeinada y con marcas en la cara de la almohada, lo