—Petya, ¿podemos hablar en casa? —El joven de ojos avellanas, con ojos sonrojados, remueve sus manos, nervioso. Duscha, sintiendo culpa al ver aquel rostro triste, asiente, mantenido la compostura. No podía permitir ser chantajeada, también debía mostrarle que tiene sentimientos, eso lo ha estado aprendiendo de él hace 7 meses y debía saber que de verdad lo estaba logrando, causándole la emoción de una joven adolescente por lograr enorgullecer a sus padres con algo muy importante para ella. —Claro, vamos, no hay problema, solo si quieres también. —Sí, yo quisiera hablar contigo. El chico asiente y se pone en marcha a su lado. Aquel ambiente se sentía diferente, natural, sin ser forzado, incluso cómodo al resolver las inconformidades de manera tan sana. Son vivencias que Petya siempre