—Táo, Dios.
Acaricia sus cabellos, agitada y baja rápidamente las escaleras, tropezando de vez en cuando y saltando de un lado a otro para llegar mucho más rápido. Al aterrizar, sudorosa y alerta, ve bajar el ascensor a tiempo. Tan pronto las puertas se abren, el joven de ojos color avellana sale deprisa tropezando hasta caer frente a ella y levantarse de prisa asustado. Duscha, rápidamente, lo toma de los brazos hasta abrazarlo con fuerza para que este no escape. Tao, con todas sus fuerzas, golpea a la mujer, sin lograr escapar de aquellos brazos que cree, en medio de la desesperación, desconocidos y peligrosos. La mujer de ojos verdes lucha por no tomar sus labios en ese momento, sabe que si lo hace, el chico la odiará, sí, lo hará ahora sabiendo los resultados de las anteriores veces
