CAPÍTULO UNO: PRIMERA PARTE ¿NO PIENSAS HUIR DE MI, NIÑO?

2228 Words
¿BABA YAGA? 1 RICH FLEX  Naturalmente, la mayoría de los lectores habilidosos, no aprecian las pequeñas notas de los escritores, no profundizan o siquiera se llegan a identificar con pequeñas notas antes de empezar la lectura. ¿Profundiza o reflexionar? Para Duscha Ivanov, representa lo mismo, profundizar, ir más allá de lo que solo pretende citar el autor, es reflexionar a su sentir, quizás un genio no debería siquiera considerar eso, pero Duscha, muy a su hostilidad y reticencia, sabía que su alma, por muy sucias que estuvieran sus manos de manera justificada ante los ojos de muchos, estaba ahí, reposando entre calor de la fortaleza y del carácter que durante años se vio obligada a formar para ganarse el respeto de sus aliados y enemigos. “Al serle preguntado cómo era el demonio, el anciano hacedor de milagros Misquamacus se cubrió el rostro de forma que solo sus ojos se veían, y luego hizo una relación muy curiosa y circunstancial, diciendo que a veces era pequeño y sólido, como su Gran Alteza el Escuerzo de muchas Marmotas, pero a veces era gran y nublado, sin forma, aunque con una cara de la cual salían serpientes”. En medio de su caminata al gran salón de la gran casa de los Yasha, recuerda el libro que leía ayer, Manitú por Graham Masterton, claramente aprecia el universo de Lovecraft y aquella obra, hablaba de un piel roja creciendo en la nuca de una mujer, “Metafóricamente hablando, hablas de los demonios internos de una persona. Bueno, todo es psicología al final, quizás, es eso… tengo mis propios demonios, ¿lo extraño? Nunca he luchado contra ellos… Supongo”, pensativa, acaricia su cabello y suspira, para luego bostezar. —Duscha. —Alexey, toca su brazo ligeramente para que preste atención al hombre que se acerca a ella. —Señor Kobayashi, es un placer conocerlo. —se detiene sin apartar la mirada del contrario. Coloca sus manos hacia atrás y suspira de manera sonora, alza sus ojos. —¿Entonces? —Sigues siendo tan insolente, desde que eras niña. Hiroshi Dai Kobayashi. Jefe principal del clan Yakuza, Inu Yasha, reconocido por manejar, a nivel empresarial, varias manufactureras en su país. Además de todos los muertos que ha enterrado, es respetado entre la comunidad Yakuza y ningún jefe, incluso si pudiera, se atrevería a matarlo, eso es obtener una condena de por vida y convertirse en un conejo de caza mayor. —Exacto, usted lo ha dicho, cuando era niña, supongo que ya no, ¿verdad? —sin cuidado camina hasta la sala de reuniones dejando atrás al hombre de 45 años sonriendo y negando con su cabeza. Sus discípulos ofendidos, intenta acercarse, pero el señor Dai les dice que se detenga, pues no es necesario llegar a este punto. Advierte con su mirada a los guardias de ambos clanes y se retira finalmente al salón privado. —De verdad que no has cambiado. —cierra tras él la gran puerta, colocando seguro. —Y tú has envejecido demasiado. —se quita la chaqueta y estira su cuello. —Estoy cansada y ya deja de mirarme así. —El hombre ríe y se sienta frente a ella. —¿No te duelen las rodillas por hacer seiza? —toma un vaso y vierte un poco de cerveza de arroz. —No, estoy bien, este es el buen sentar a comparación de tu compostura, vaga. —Todavía me insultas. —Eso ha formado tu carácter. —En parte. —lo mira y sostiene la mirada. —Mierda, ¿ahora qué pasa? —El clan Aziz, está planeando algo, Duscha. Ayer uno de los míos vio a un m*****o de Aziz salir de una empresa corporativa y especializada en software. Y al día siguiente, encontraron a la chica que le suministro los elementos colgada en su casa. —con sutileza sirve una un buen trago de sake japonés en su vaso tradicional o mejor conocido como O-choko. —La policía lo tomó como suicidio, pero descubrirnos que 6 policías fueron sobornados para fabricar pruebas. Recuerda que podemos ser tan peligrosos como quieras, pero la justicia llega de diversas formas por mucho que deseemos evitarla, por ello ¿por qué no comprar la amenaza más cercana? —toma con avidez el trago de sake y sostiene la mirada con la joven frente a él, que, con ojos pensativos, pero llenos al mismo tiempo de furia, observaba el vaso con cerveza de arroz. —Duscha, no actúes precipitadamente, sabes que los miembros de Aziz son unos malditos locos, piensa, no te diré con paciencia, te hace falta ese don. —sirven un poco más de sake y lo ofrece a la joven. —Malditos hijos de puta. —dice aparentemente con amabilidad. —Se hicieron acuerdos de paz, pero la envidia no los deja dormir. Encima ahora pretenden atacarme, porque sé que es a mí y a mi gente ¿me equivoco? —No, es correcto. —Entonces, ya que no tengo “el don de la paciencia”, perdón “el maravilloso don de la paciencia” … ¿Qué sugieres anciano? —dejando que la rabia la ciegue, toma el sake. El señor Dai sabe lo furiosa que se encuentra, no puede hacerla explora sabiendo lo impulsiva que es. —Escucha, mocosa y compórtate. —golpea la mesa con su puño, a lo que Duscha pone sus ojos en blanco y sonríe ladina. —Eres demasiado impulsiva, claramente te falta la paciencia de tu fallecida abuela, que en paz descanse con los dioses. Pero esta vez no solo puedes ir para calmar a las bestias, esta vez los hermanos Bashar están decididos a acabar con el clan Romanóv, debemos ser más inteligentes, por respeto a tu padre, por respeto a tu abuela. —perdiendo la poca paciencia toma un trago más de saque. —Pasas en bares, fiestas y teniendo sexo en cualquier lugar, sin medir consecuencias. Cualquiera puede matarte, tomando tus placeres como objeto de beneficio… Sé que no eres ninguna estúpida, de eso no me cabe ninguna duda, pero desde que supiste controlar de raíz a la mafia en este país y fuera de aquí, te has creído alguna clase de Dios inmortal, ¡Maldita sea, Duscha! Por tu seguridad desmedida estás dejando escapar cabos y ahora esos bastaros empezaron a actuar frente a tus narices. —respira hondo y frota su rostro frustrado. —Escucha, más vale ponerse en marcha ahora o de lo contrario habrá una guerra contra Aziz y sus aliados. —…—abre su boca para tratar de decir algo, pero solo acaricia su cabello, relame sus labios, toma un trago de cerveza de arroz y mira a los ojos del hombre frente a ella. —¿Qué sugieres, anciano? —Aquella mirada para Dai, es señal de que está atenta y que su orgullo no la dejaría pedir disculpas, pues cada palabra del hombre rebosa de verdad. —Dime que sugieres o me iré ahora mismo, no tengo tiempo para tus sermones. —Eres imposible. —niega con su cabeza y cierra sus ojos tratando de recordar. —Lo tengo… Pero, escucha muy atentamente. —retira las bebidas y apoya sus manos lado a lado de la pequeña mesa. —Juro por mi hija Momo, asesinada por Yamato Ayaka, que, si te atreves a causarle daño a ese muchacho, yo mismo te cortaré los dedos y haré que te los tragues. Señala con su dedo a la joven rubia, que, sin mostrar expresión alguna, traga entero, pues el señor Kobayashi solo jura en nombre de su hija fallecida cuando se siente amenazado o sabe que están amenazando a alguien cercano… “Alguien a quien ama y aprecia mucho…”, recuerda las palabras de su padre al contarle sobre el señor Hiroshi. —No me importa si después tu propio padre viene por mi cabeza, moriré en paz. —asiente con fuerza y toma un trago de sake rápidamente. —Ve a la cafetería Valkyria Zhōu Táo, busca a la señora Píng guǒ Zhōu Chén, dile que te he enviado de mi parte y dile que me haré responsable de todo y protegeré a su nieto. Dile que necesitamos de sus conocimientos. —Bueno, ¿Eso es todo? —suspira y se levanta fastidiada por la situación. —Impertinente, ni siquiera he terminado de hablar… —Pues termina ya. —demandante e imponente arregla la chaqueta para luego colocársela. —Compra un peluche gigante de Totoro, el más grande que encuentres, será la única forma en que te ganes su confía. Ah, y un libro clásico, no le gustan los libros actuales. —¿Tuta qué? Oye, ¿de qué carajos hablas? Acaso voy a tratar con un niño de preescolar. —Cállate y haz lo que te digo, pronto descubrirá quién es. —sonríe burlón. —Más te vale empezar a meditar querida Duscha. —Cierra la boca, adiós. —dice fuera de sus casillas y sin cruzar palabra con los presentes que se encontraban en el pasillo, sube al auto donde, Donato, ríe al ver su rostro enfurecido y enrojecido por lo mismo. —Deja de reír y arranca, bastardo. —¿Y ahora qué te picó? —Después hablaremos de ello en casa, por lo pronto vamos a comer algo en una cafetería que me recomendaron. —¿Tú paga verdad? —Insolente… Sí, yo pago. —Perfecto porque solo me he comido una paleta de desayuno, la maldita calor no me dejó desayunar tranquilo. —Pareces andropáusico, ¿acaso eres más viejo y me has engañado todos estos años? —Maldita. —ríe a carcajadas. —Ahora, dime, ¿qué está pasando? —Aziz me está provocando, ¿y sabes lo que me falta? —Paciencia. Duscha, es mejor que aprendas a tenerla, nuestra generación no es tan diplomática como nuestros padres, a estos bastardos les gusta el conflicto y nuestro contexto es muerte y sangre asegurada. —baja la velocidad del auto. —¿Esa cafetería no es solo para ir a llenarnos de dulces, cierto? —No. —niega suavemente con su cabeza. —Vigilaremos durante un rato a los dueños del establecimiento. Solo eso y después iremos a una tienda asiática, la que sea para comprar unas cosas, debo asegurar al cien por ciento, la ayuda de ese muchacho. —Creo que sé de quién hablas. —pensativo sigue conduciendo el auto. —Nunca lo he visto, pero mi padre dijo que más vale no tocarle un pelo al chico o el señor Kobayashi... —Nos cortará los dedos y nos lo hará tragar… Sí, ya lo sé. Toda esta incógnita le estaba causando picazón en el pecho. Era la primera vez que le sucedía tal cosa y lo que empeoraba el momento era aquel cartel gigante frente a ella ¡¿QUIERES DESCUBRIR QUE HAY DETRÁS DE LAS PUERTAS?! ¡PUES VEN Y ACERCATE A LA GRAN PLAZA DE MOSCÚ! Por Dios, aquello le estaba causando migraña nuevamente y sería la segunda vez con migraña en el día, definitivamente algo pasaría al llegar a la cafetería, ¿a quién vería? ¿Aquel chico es tan temible? No estaba segura de ello, pero sabiendo sus gustos por aquella creatura infantil, debía ser alguna clase de psicópata o algo parecido. Sonrió, pensativa y triunfante “Seguramente podré exprimirlo hasta dejarlo sin aliento”, balbucea pervertida y cierra sus ojos para descansar del sol. Aquellos recuerdos afloraron nuevamente entre la divagación, en medio del viaje, aquel olor a fango, sangre y la imagen de ese rostro, de ese niño sobre la… —Duscha. La dictadora y déspota, Petya, volvió a sus sentidos, ligeramente agitada y desorientada. Otra vez aquellas pesadillas vivientes le estaban atormentando. ¿Pero hoy? ¿Por qué? —Oye, vamos, ya llegamos a la cafetería. —¿Sí, ¿dónde está? —pregunta con el ceño fruncido observando su alrededor? —Ahí. —señala sonriente el pequeño café. —Esa caja de fósforos es un café ahora. —Bueno, pues esa caja de fósforos es otro cuento por dentro, amiga mía. —Como sea entremos. —¡Ohe!, espera. —Le entrega una goma para el cabello. —Hazte una volita para que te veas menos intimidante, si no nos echarán y cuando nos echen hay que irnos, aquí no puedes hacer lo que se te dé la gana. —esta arruga el rostro y pone los ojos en blanco impaciente. —Ya, ¿así? —de una vuelta descaradamente, burlando sus advertencias. —Entremos antes de que coja a golpes, me estás estresando. Sin cuidado abre la puerta cristalina y pulcra, tocando con fuerza la campana y ganándose las miradas de las personas que se encontraban dentro del establecimiento. Una sensación extraña, llamada vergüenza, se instaló en ella por unos segundo y prepotente se sentó en la segunda mesa del lugar. Los clientes siguieron en su comelona mientras hablaban cotidianidades tranquilamente. —Estúpida. —Donato se sienta entre carcajadas frente a ella. —Oye, ¿fue tan bueno el polvo de año que estás tan sensible hoy? —Maldito mocoso. —Intenta alcanzarlo con sus manos, pero este explota en risas llamando la atención de los usuarios. —Hoy tienes suerte, hijo de puta. —masculla sin dejar de mirarlo con hostilidad.
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