—¿Hablo con el señor Axel Simel? —Ehhh… ah sí, sí. Soy yo –todavía me acostaba acostumbrarme a mi apellido materno, aunque el trámite para cambiarlo fue largo y tedioso, valió totalmente la pena. —Le hablo para comunicarle que nos gustaría que formase parte del personal en nuestras instalaciones. No lo podía creer, querían contratarme en una importante fábrica de golosinas. Intenté mostrarme lo más tranquilo posible, ellos acordaron que en pocos días enviarían a alguien a buscarme, era parte de la atención. Cuando colgué el teléfono corrí a contarle a mi madre que ya tenía trabajo, ella se alegró tanto como yo y me dio un gran abrazo. En ese momento me puse triste. —¿Qué te pasa Axel? —Es que la fábrica queda lejos mamá y a veces se trabajan seis días a la semana. No nos vamos a ver n