—Claro que puedes, cielito. —¿Mañana? —Vaya si estás ansioso. —Quiero follarte. —En ese caso, yo te aviso. Suspiro. —Gracias por este rato, Elvira, me la he pasado increíble. Elvira se levanta, y vuelve a venir hasta mí para besarme cuando ya me estoy yendo. Me prendo de sus nalgas y siento que mi v***a se me pone tiesa otra vez. —Quieto, bonito —se carcajea—, quedamos que ya no más, y siento que tu amiguito me palpó el vientre. Le sonrío, le doy un beso más de lengüita y me despido. —Hasta mañana, pero vendré en la tarde, porque hoy ya falté a la facultad. —Adiós, hijito. —Adiós, mami. Bajo las escaleras, miro un cuadro donde aparece Elvira con mi amigo y su esposo, suspiro hondo y salgo satisfecho de la casa de aquél mujerón. *** Las cosas con mamá siguen tensas. Yo contin