Capítulo 2
Una sabía elección.
POV Dominick Black
La altanería y la despreocupación de la mujer que tengo enfrente me hacen desearla aún más. Es cómo un pequeño juego, entre más involucrados estén los jugadores, más placentera será la partida.
Su ojos penetrantes están clavados en los míos, no me rehuye con la mirada a pesar de lo que acabo de decir y eso me hace preguntarme cuánta experiencia debe tener en esto como para sentirse tan confiada.
Mientras estamos así, nuestras respiraciones se entremezclan a causa de la cercanía, y la tensión que tengo en mi entrepierna se hace más latente.
No entiendo qué mierdas me pasa, se supone que yo tengo el control y por más excitado que esté, no debería mostrarse tan fácilmente pero es que ella…
Llevo una mano hacia su rostro y deslizo mi pulgar por su labio inferior, por segunda vez esta noche, aunque ella no reacciona de la misma forma que lo hizo en ese restaurante, miro sus labios deseando morderlos, pero aquí, fuera de dónde es seguro, no debería hacerlo, eso rompe los acuerdos conmigo mismo, los acaricio un rato más y comienzo a deslizar mi mano lejos de su cara, dejándola con ganas de algo que no va a obtener por ahora.
Bajo poco a poco mi mano hasta llegar a su cuello y lo rodeo con mis dedos, encaja perfectamente entre ellos y no puedo dejar de imaginar que placentero sería adentrarme en ella salvajemente, cómo me plazca mientras aprieto su cuello, hasta el punto justo donde su cerebro se desconecte y lo único que esté presente en su cuerpo, lo único que pueda sentir es cada arremetida que doy contra ella.
«Calma Dom, un paso a la vez».
—Cuidado con lo que dices, porque puede que te sorprenda, no vaya ser que tras unos minutos huyas despavorida —sonrío un poco solo para darme la satisfacción de intimidarla y creo que por un segundo lo hago porque la veo titubear.
«Bien, me gusta, sabe que debe callarse».
—¿Estás tardando mucho no? Por ahí dicen que perro que ladra no muerde y estoy cansada de escucharte hablar.
Muerdo la parte interna de mi boca, prometiendome a mí mismo qué no se irá ilesa, que su boquita imprudente pagará caro y que voy a zurrarle el culo como tanto lo deseé cuando lo ví por primera vez.
Arqueo una ceja y me acerco a los interruptores que encienden cada una de las luces que la llevará a su próximo destino.
Las tres luces se encienden, un foco delante de cada habitación. Este departamento está habilitado en pleno para mí diversión y en cada habitación hay un nivel distinto de perversión.
Puedo explicarle lo que significan los tres colores que tiene enfrente, debería hacerlo. Pero recuerdo la forma en la que me ha respondido y prefiero dejar su elección a la suerte.
—Tienes tres opciones delante de ti, tres colores, tres puertas que te llevaran a un destino diferente, tu elegirás tu propio castigo o quizá tu propia recompensa, no puedes pensarlo demasiado, no puedes tomarte todo el tiempo que desees porque la decisión debes tomarla ahora, pero hay una cosa que sí está clara y es segura —afirmo y ella separa su vista de las puertas para posar su mirada sobre la mía.
—¿Qué cosa? —Su voz no suena tan segura como antes.
—Cualquiera sea la opción que elijas, de igual forma voy a follarte hasta dejarte completamente impregnada de mí.
Veo como toma una fuerte respiración al escuchar mis palabras, acción que inútilmente trata de
disimular.
—¿Me dirás lo que significa cada color? —habla esta vez con algo de preocupación.
Una sonrisa sardónica adorna mi rostro.
«¿De verdad cree que después de todo, después de su maldito juego en el restaurante, después de imponerme cosas como si ella fuera la que tiene el control, cree que merece una explicación? ¡Ja! Creo que alguien necesita aprender algunas reglas» pienso mientras niego.
—No tengo porqué explicarte nada, tienes tres colores, amarillo, naranja y rojo. Escoge uno y te daré la cortesía de que esa sea tu palabra de seguridad —hablo de forma brusca porque la ansiedad me está matando, aunque miento, la palabra de seguridad no es una cortesía, ella seguramente lo sabe y por eso no replica.
Ella asiente, cómo tratando de asimilar todo lo que acabo de decir mientras yo me cruzo de brazos, esperando su respuesta.
Ella respira profundo para llenarse de valor y noto como vuelve a recorrer las puertas con la vista.
—Naranja —habla con firmeza de nuevo y yo asiento.
Apago las otras dos luces, prometiendome a mi mismo que si todo marcha bien, puedo probar las otras dos habitaciones con ella. Por ahora, el naranja es una buena elección, es un punto medio entre las dos opciones que me permitirá divertirme y sentirme satisfecho.
Saco las llaves de mi bolsillo y abro la puerta, una luz tenue naranja suave ilumina la habitación y hago un ademán para que ella pase.
Se queda de pie un rato en el umbral de la puerta, esta habitación tiene algunos objetos, pero es sencilla, en general hay solo una cama en medio y un sillón tántrico, lo divertido está dentro de mi pequeño closet.
Ella avanza al lugar esperando mis instrucciones mientras que yo cierro la puerta con seguro.
—Desvistete por completo —le ordeno porque ahora trae un abrigo que la cubre completamente.
—Pero… —acorto la distancia que hay entre nosotros dando una zancada y le tomo el cabello por la parte baja de la nuca, alzando así su mirada para que se encuentre con la mía.
—Aquí yo mando y tú obedeces —hablo con rudeza —dijiste que querías ver de que era capaz y estoy dispuesto a mostrarte una parte de ello, pero si no me obedeces me veré obligado a enseñarte y creeme que no te gustará —noto como su pecho sube y baja a medida que su respiración se hace más pesada —ahora quítate la puta ropa antes de que te la arranque y debas devolverte desnuda a tu casa.
La suelto y me alejo de ella en busca de lo que deseo, no volteo a verla pero puedo escuchar como su ropa cae.
Camino hacia el pequeño closet que hay en la habitación en búsqueda de los objetos que deseo.
Tomo los objetos que deseo y los dejo sobre la cama, aún no la miro, deseo prolongar el momento y mantener la ansiedad en ella.
Escucho como se aclara la garganta para llamar mi atención pero prefiero usar mi celular para apagar las notificaciones y con el mando a distancia que tengo instalado, coloco un poco de música para amenizar el ambiente, escojo el volumen adecuado y me dirijo hacia la mesa para dejar el aparato.
Me doy media vuelta y allí está ella, de pie, aún con el antifaz puesto. Paseo mis ojos por su piel desnuda, detallandola completamente.
Deteniendo mi mirada por uno segundos en sus pechos, fijandome en los pezones endurecidos que hacen palpitar mi m*****o.
Continúo bajando mi mirada y hay algo que me hace fruncir el ceño, ya tengo bastante con el maldito antifaz y ahora esto.
—Dije completamente desnuda —la reprendo.
—Es que yo pensé… —levanto mi mano para hacerla callar.
—Shhh… aquí tu no piensas pequeña, aquí tú obedeces, ven a la cama.
Camina con la mirada baja hacia mí, aunque veo como endereza los hombros, noto que lo intenta, doblegar su voluntad, pero su personalidad no se lo permite.
Vuelvo a tomarla del rostro para que me mire.
—No sé a qué clase de mierdas estás acostumbrada, pero esto es lo que me gusta y odio que no hagan las cosas que pido.
—No siempre se obtiene lo que quiere —suelta haciéndome enarcar una ceja.
Ella sí que no mide sus palabras.
—En eso te equivocas, porque yo siempre, obtengo lo que deseo, una muestra de ello eres tú, te deseé desde el primer momento que te ví y aquí estamos, eso confirma mis palabras.
Ella relame sus labios y me muestra una sonrisa descarada.
—Tú podrás ser el amo y señor de este lugar, pero te recuerdo que estamos aquí porque yo lo quise, porque yo te escogí y porque accedí a venir a este lugar, quiero participar, quiero divertirme, pero no vengas a decir que porque tú me deseaste es que estamos aquí, las cosas como son señor Black —ella también enarca una ceja y yo asiento, porque en cierto modo, aunque me cueste reconocerlo, tiene razón.
—Está bien, vamos a decir que tienes razón, pero hay algo que sí deseo de tu parte e indudablemente voy a obtenerlo —ella frunce el ceño confundida mientras yo paso mi brazo por su cintura para acercar su cuerpo desnudo al mío, para tener cerca su rostro aún cubierto y sus labios que me incitan a saborearlos desde el primer momento —, Ten la certeza de que esta noche vas a gritar mi nombre y aunque en el fondo no quieras, tu misma rogaras para que me detenga.
—Está muy seguro de eso señor Black, también sé tener la boca cerrada.
Resoplo porque eso sería algo nuevo.
—¿Quieres apostar? —la introduzco a un juego diferente.
—Depende de… —comienzo a reírme de ella.
—¿Ya te estás acobardando? —la reto.
—¿Cobarde yo? Jamás.
—Perfecto, si gano, nos volveremos a ver mañana —le suelto mi petición.
—Y si yo gano, nos volveremos a ver, pero haremos lo que yo desee —su petición es algo peligrosa, pero confío en mis habilidades.
—Hecho —me acerco a su boca para cerrar el trato con un beso, nada delicado, es un beso lleno de lujuria y deseo que termina con el exquisito mordisco a su labio inferior que he deseado.
Mi glande tiembla con el contacto y me tengo que separar de ella para centrarme. La tomo de los hombros y la tiro a la cama dejándola boca arriba.
—¿Lista para jugar?