Emery trató de explicarse rápidamente para evitar malentendidos, pero parecía un acto completamente inútil. Frente a ella, Aiden se cruzó de brazos y la miró con calma. En ese momento se puso a pensar y no pudo recordar a ninguna mujer que haya irrumpido en su habitación de esa manera. No tenía dudas, Emery era la primera en atreverse a tanto. De hecho, no solo entró a su habitación sin previo aviso, sino que además le quitó la toalla que tenía como única vestimenta. Eso fue simplemente genial. De pronto, a Emery le empezó a doler la muñeca. Llevaba un rato largo sosteniendo la toalla, pero Aiden no la agarraba. Tampoco se atrevía a abrir los ojos para ver por qué no lo hacía, lo único que pudo hacer fue llamarlo en voz baja: —Aiden... —No te equivocaste de habitación, esta