Emery salió de la oficina de Aiden, se colocó la palma de la mano en el pecho y dejó escapar un suspiro de alivio. Por suerte llevó bien la conversación con su esposo, de otro modo se hubiera metido en problemas.
En el instante en que salió, Harry la vio y se le acercó.
—Señora.
—Asistente especial Carl... —dijo Emery con una sonrisa forzada—. ¿Qué tengo que hacer ahora?
—Por favor, sígame —respondió él.
Frente a la oficina de Aiden había tres bellas secretarias trabajando, atentas a cualquier orden que él pudiera darles y preparadas para darle la bienvenida a los invitados y clientes.
Estaban sentadas en silencio y mirando hacia adelante, sin embargo, cuando Emery entró a la oficina, pudo escuchar los teléfonos sonar, uno tras otro. Un sonido como de timbre de emergen
