— ¡Es un árbol de moras! —exclamó felizmente una mujer tan baja, que de nada servían sus esfuerzos por alcanzar los frutos del árbol. Aun así, extendía tanto sus delgados brazos, que se confundían con las endebles ramas.
— Debe ser viejo —aclaró Eduardo ayudándola a bajar algunas. Aunque no era muy alto, si lo era en comparación a ella—, de otra forma no hubieran permitido que creciera aquí.
— ¿Por qué?
— El departamento de Imagen Urbana piensa que los árboles frutales no son muy estéticos para un parque público. La fruta cae y se mancha el suelo. Además, se llena de pájaros que pueden hacer que caigan otro tipo de cosas.
— Yo creo—, comenzó a decir la chica con la boca embarrada del jugo de las frutillas—, que vale la pena una que otra popo en la cabeza con tal de escuchar a los
