Capítulo 2

498 Words
Caminó por la entrada de la escuela como siempre lo había hecho, porque el parque no estaba tan lejos. Traspasó la cancha de básquet bol, donde los chicos de la middle school jugaban durante todo el descanso bajo el sol, que fermentaba sus transpiraciones y creaba una atmosfera irrespirable una vez que todos esos adolescentes volvían a los reducidos salones de clase. Se encontraba extrañamente vacía esa tarde. Siguió andando por los pasillos de concreto donde rebotaban las voces de tan pocos estudiantes, que empezó a creer que su cita con Eduardo había durado tanto y ahora llegaba tarde para su clase. Comenzó a apurarse invadida por el sentimiento de culpa, no era como si sus alumnos fueran a olvidar como se multiplicaba un binomio en los minutos que ella se retrasó. Había maestros de esa misma escuela que se tomaban un día libre por algo menos grave que una indigestión, o se agregaban accidentalmente a propósito una semana más de vacaciones. Era algo que ella no podía hacer, había fuerzas del deber más allá. Iba a llegar al aula cuando escuchó unos pasos acercándose. La prefecta se dirigía a toda velocidad con las mejillas coloradas y los zapatos reducidos en sus pies parecían querer explotar bajo el peso de sus piernas. —¡Señorita Shonikua! Sin aliento, le pidió ayuda con una disputa entre estudiantes que ocurría en el jardín trasero de la institución. —¿Quiénes están peleando? La prefecta la miró con la boca abierta, ¿acaso eso importaba? Con un gesto de impaciencia, la mujer emprendió su acalorada carrera al jardín trasero con Shoni tras de ella. Tenía las piernas más largas, así que no tardo en doblar la esquina antes. Las voces y los gritos la recibieron primero. Había cabezas, brazos moviéndose y puños en alto. Gran parte de los estudiantes se encontraba ahí, formando una barrera apretada de cuerpos y la tierra se levantaba en nubecitas que ardía en los ojos. Shonikua se acercó a la barrera de estudiantes y se unió a ella como masa newtoniana. Los alumnos se volteaban irritados cuando la maestra los empujaba y daba codazos para abrirse paso, pero se contenían de replicar cuando le reconocían. Poco a poco la profesora consiguió dirigirse hasta el centro, donde un par de cuerpos se propinaban golpes. Los dos se revolcaban en la tierra con tanto afán, que pensó por un momento que volarían matas de pelo. Se lamentó no haberse llevado con ella la manguera del jardinero. ¿Cómo los iba a separar? Al menos con ella podrían regarlos como un par de margaritas. Uno de los peleadores consiguió tomar por los hombros al otro, era tan alto que hacía lucir al otro frágil. Giró la cadera sobre el cuerpo abultado de su contrincante y con un pequeño impulso, consiguió levantarlo del suelo. La espalda sudorosa del chico proyectada velozmente fue lo último que la profesora Shonikua vio antes de que todo quedara en n***o.
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