Estaba oscureciendo ya cuando llegaron empezaron a desfilar en lujosos autos los invitados a la cena que había preparado su marido, y Emma los vio desde la ventana de su habitación a la vez que jugaba con el anillo de matrimonio que adornaba ahora su dedo. Inscrito en el aro de oro blanco estaba el nombre de Maxwell, un gesto algo posesivo para su gusto, pero que quizás en otra situación le habría encantado. Estaba muy nerviosa, y no sabía qué esperar de ese festejo. Lo último que necesitaba era estar en la palestra pública, y menos cuando hacia apenas un par de días el que creía que era el amor de su vida le había roto el corazón con su rechazo y desprecio. No había un día que no pensara en él, y lo peor era que ahora estaba atrapada en tremenda encrucijada gracias a él junto a un homb