POV de Jo-anne
Durante un año, Jo-anne había sido emparejada con el futuro Alfa de la Manada de la Eclipsed Moom. Había intentado durante un año conocerlo, hacer las cosas que le gustaban, su propia madre le enseñaba cómo ser la Luna de la manada, para cuando llegara el momento.
No importaba cuánto intentara Jo-anne, a Westley no le importaba, nunca le preguntaba nada. Odiaba estar emparejado con ella. No importaba cuántas veces exigiera saber por qué ella le hacía esto, Jo-anne no podía responderle. No sabía más que él sobre su Marcado y Emparejamiento.
Se despertó en una cama junto a él, marcada y emparejada por él, había sido la primera en despertarse. Todo su cuerpo le dolía y había un dolor considerable entre sus muslos, tropezó al salir de la cama después de apartar un brazo de ella, tenía moratones en las muñecas y en los muslos internos, y había mordiscos por todo su cuerpo.
Eso era todo lo que sabía al respecto. Cuando miró al hombre en la cama, su corazón casi dejó de latir, Westley Carlton, el cuerpo dormido del futuro Alfa de su manada en la cama. Estaba más que horrorizada. No recordaba qué le había sucedido.
Su padre, Heath, entró a la habitación del hotel corriendo, luciendo angustiado y preocupado, probablemente la había estado buscando. Podía ver que era de día afuera, debió haber estado desaparecida toda la noche. Él echó un vistazo a su estado de magulladuras y comenzó a gritarle a Westley. Se despertó con el estruendo de la puerta de la habitación, su padre exigía respuestas sobre por qué había marcado y emparejado a su hija.
Westley, que había estado mirando al hombre bastante desconcertado, se dio la vuelta y miró alrededor de la habitación, sus ojos verdes se posaron en ella, parecía más que sorprendido al verla de pie allí tratando desesperadamente de ponerse su ropa, se levantó de la cama y al tocarse el cuello, sus ojos se abrieron de par en par y luego le gritó:
—¿Qué me hiciste?
Jo-anne se echó a llorar. No sabía qué había sucedido. Esto no podía ser culpa suya, ni siquiera había tenido novio. Simplemente se despertó como él.
Su padre seguía refunfuñando y West, quien le gritó que se callara, encontró sus pantalones y se los puso. Para sorpresa de ella y de West, su padre no se calló, le señaló con el dedo justo en la cara y recriminó al futuro Alfa de su manada.
—Estás equivocado. Me aseguraré de que cumplas con lo que le has hecho a mi hija.
West le golpeó directamente en la cara, para horror de Jo-anne, y salió de la habitación enfurecido. Dejando a su padre tendido en el suelo con la nariz sangrando. Ella corrió hacia él y lo ayudó a levantarse.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó.
—No te preocupes, Jo-anne. El Alfa Damien arreglará esto. Te lo aseguro —la llevó directamente a la oficina del Alfa. El Alfa Damien la miró a ella, y a su estado. La marca en su cuello, podía oler a su hijo Westley en ella y le pidió que se sentara y explicara qué había sucedido.
Sentarse era muy incómodo y estuvo a punto de llorar de dolor. Damien lo notó, llamó al médico de la manada. Ya había escuchado el lado de West, el hombre estaba parado en la habitación mirándola fijamente todo el tiempo, parecía no importarle su dolor. Jo-anne le dijo a su Alfa que no sabía, que se despertó así en una cama con West, que no recordaba qué había pasado ni cómo había llegado allí.
Le informaron que la habían dado por desaparecida, temían que la hubieran secuestrado.
—Cariño, has estado desaparecida durante días.
—Eso es cierto —el Alfa Damien le dijo—, cuatro días, de hecho, hemos tenido patrullas buscándote. West y Terrence incluso estaban ahí buscándote.
—Bueno, ahora sabemos por qué nunca la encontró —dijo su padre con rabia.
—¡No me la llevé! —gritó West.
El Alfa Damien les hizo callar y suspiró de nuevo. Su padre se puso de pie y dijo al Alfa Damien que West ahora era responsable de ella. Tenía que tomarla como su compañera, le gustara o no. O él mismo informaría al Consejo de Alfas, para que el chico fuera castigado hasta el máximo alcance de las leyes de los lobos.
Su padre no era mucho en esta manada, solo un simple hombre de patrulla fronteriza, pero había defendido a su hija, con la ley de su lado. West gritó que era ridículo obligarlo a seguir emparejado con la chica, ya que ninguno de los dos sabía cómo había sucedido.
En ese momento, su madrastra, Karen, entró corriendo a la oficina seguida del médico de la manada, miró su estado, jadeó y las lágrimas se derramaron por su rostro. Sorprendió bastante a Jo-anne, no habían congeniado desde que tenía unos 12 años, no había odio ni nada, simplemente no se llevaban bien.
—¿Quién le hizo esto a mi niña? —exigió saber, la abrazó suavemente y le dijo que todo iba a estar bien.
Hubo muchos gritos mientras el médico de la manada la revisaba en el baño privado del Alfa, suspiró y se disculpó por su estado actual, ni siquiera era culpa suya, casi lloró, ni siquiera West se había disculpado. Le dio algunos analgésicos y le dijo que aunque su loba era joven, la sanaría por completo en unos días. Alfa Damien había tomado la decisión de que Westley debía honrar lo que había hecho. Aunque parecía que ninguno de los dos podía explicarlo, ella había sido trasladada a su habitación esa tarde como su compañera, no es que él estuviera feliz al respecto.
Ahora estaba sentada en el balcón, desayunando sola como siempre, comiendo una fruta.
Hoy, sin embargo, no iría a su lección de Luna, ya no veía sentido en ello. Ayer le pidió que la rechazara, era la tercera vez que lo pedía este año. Él fue a su padre y le planteó la cuestión, pero él y ella no podían hacerlo. Su padre dijo que no, porque si el consejo se enteraba, y Alfa Damien creía que su padre iría a contarles, West no solo podría ser despojado de su título, sino que también podrían castigarlo severamente o incluso, si decidían hacerle un ejemplo, siendo él de sangre Alfa, podrían ejecutarlo. West no la rechazó para salvar su propio trasero.
Hace una semana, West le ordenó a Jo-anne que le contara qué había pasado ese día, por qué le había hecho esto. Una vez más, ella no pudo decírselo.
Jo-anne se centró en sus estudios desde entonces, le dolía cada vez que él le ordenaba como Alfa, y no era la primera vez. Una vez obtuviera permiso, podría quedarse en el campus. West no le importaría en absoluto, estaría contento de que se fuera durante unos años. Probablemente encontraría a alguna loba con quien acostarse mientras ella estuviera fuera, y en ese momento podría rechazarlo, esa era su salida y lo deseaba. Esperando en lo más profundo de su ser que eso fuera lo que iba a suceder, aunque le doliera mucho y estuviera sufriendo severamente. Eso la liberaría de ese vínculo de pareja.
A él no le importó cuando dejó de asistir a sus lecciones de Luna, ni siquiera le preguntó por qué. Nunca sacó el tema.
6 MESES DESPUÉS
West irrumpió en su habitación totalmente enfadado por algo y la miró fijamente. Su aura de Alfa emanaba con tanta fuerza mientras la miraba, que ella le ofreció su cuello al instante, no tenía elección. Pero no fue suficiente para él.
—¿Por qué me hiciste esto? —le gritó, empujando más de su aura de Alfa sobre ella.
Jo-anne fue forzada a arrodillarse, con un dolor cegador atravesando su cuerpo. No estaba intentando resistirse, ya sabía mejor por ahora, pero no importaba, aún dolía, incluso su loba, Clova, ahora gemía de dolor enroscada en una bola apretada.
—Yo... yo no... —comentó con dolor en su voz para que todos la escucharan.
—Sí lo hiciste —le rugió—. Te ordeno que me digas por qué me hiciste esto —su aura de Alfa la envolvía en oleadas una tras otra.
Jo-anne se encontró en el suelo, con la cabeza inclinada hasta tocar el suelo en señal de sumisión absoluta, con lágrimas brotando de sus ojos, con un dolor cegador desgarrándole la cabeza, y Clova aullando de dolor enroscada en una bola apretada. El dolor le invadía todo el cuerpo.
—West, no te hice esto —le respondió. Él había usado todo su poder para obligarla a responderle, ella no podía mentirle, nunca le había mentido al respecto.
Lamentablemente, no era la primera vez que él la había obligado como Alfa a contarle qué había pasado ese día, pero esta vez sentía que iba a matarla de verdad. Podía oler su propia sangre, verla en el suelo, sentir cómo goteaba de su nariz mientras yacía allí, tan sumisa bajo la fuerza de su voluntad.
T.J irrumpió en la habitación gritándole que dejara de hacer eso. Le recordó que ella era su compañera, que no podía resistirlo físicamente. A West parecía no importarle en absoluto. T.J tuvo que decirle que la estaba matando, si no se detenía. Solo entonces la soltó y salió de la habitación cerrando la puerta de golpe.
Ella simplemente se quedó allí en el suelo abatida y sollozó, con tanto dolor asolando su cuerpo que no podía moverse. Esta vez había sido demasiado. T.J siempre acudía a su rescate. Era el Beta de West, pero había sido su amigo toda su vida, no recordaba un momento en que él no estuviera allí para ayudarla. Siempre parecía saber cuándo estaba en problemas y acudía corriendo.
Él la levantó del suelo y la sostuvo en su regazo.
—Él no lo dice en serio, Jo-Jo. Está muy confundido —trató de decirle.
Pero West no estaba confundido. ¿Cuántas veces tendría que hacerle eso para creer en ella, incluso bajo la carga de su orden Alfa, ella no podía responder su pregunta?
Ese fue el día, la última vez que le habló a West. Él no se disculpó con ella, nunca lo había hecho, ni una sola vez. Él quería respuestas y ella no podía dárselas. Jo-anne se sumergió en sus estudios y ya había solicitado la universidad que quería, solo esperaba su carta de aceptación o rechazo. Se alejó de él en la medida de lo posible. No podía realmente odiarlo, nunca había levantado una mano contra ella, su situación, que ninguno de los dos quería, pero se veían forzados a estar en ella debido a las leyes de los lobos que harían que le quitaran su título. Se despertó una mañana, un mes después de que él la ordenara tan fuerte que ella pensó que iba a morir, para encontrarse cerca de él. Era un poco extraño, él nunca dormía junto a ella y desde ese día, ella se había mantenido a su lado de la cama, en el borde, lo más lejos posible de él.
FALTAN 3 MESES PARA SU CUMPLEAÑOS 18
Jo-anne no se involucró en la planificación de su fiesta de cumpleaños número 18. Ni siquiera había hablado con una sola alma en 4 semanas, sabía que la gente comenzaba a mirarla, pero ya era suficiente. ¿Cuándo acabaría todo esto?
Estaba acostada en su cama, y decidió levantarse de ella y simplemente se quedó allí mirando por la ventana.
—¿Qué te pasa, Jo-anne? —él había preguntado, parecía molesto con ella.
Ella no respondió, él probablemente sabría que ella no iba a hacerlo, aún no le había dicho una sola palabra desde el día en que la había ordenado con el comando Alfa. ¿Por qué hoy sería diferente?
Vio caer su tarjeta de la manada en la cama junto a su rostro, sus ojos se movieron hacia ella brevemente, antes de volver a la ventana, podía ver pájaros volando libremente, se veían tan felices.
—Levántate y cómprate un vestido para ti misma para el anuncio —le dijo él—. Mi madre me está fastidiando con eso.
Por qué pensaba que tomaría su tarjeta y gastaría su dinero estaba más allá de ella. Ella tenía una tarjeta de la manada propia, que él le había dado la semana después de que se mudara aquí. Nunca la había usado. Nunca había usado la ropa que su madre había comprado para ella tampoco. Todo eso solo colgaba en el armario, con las etiquetas aún puestas. No quería su dinero. No quería esto ni su dinero.
"Tan libre", pensó mientras observaba a los pájaros volar, se levantó de la cama y salió al balcón para verlos.
—¿Qué estás haciendo? —West le gritó, por el eco en su voz, estaba en el baño. No le gustaba cuando ella estaba afuera desnuda para que todos la vieran.
A Jo-anne no le importaba, iba a ser libre, como esos pájaros. Puso una mano en la barandilla, subió y se lanzó sin pensar, lo escuchó gritar su nombre, sonaba horrorizado, pensó distraídamente mientras volaba hacia la libertad.
Cerró los ojos.
—Libre —susurró. Podía sentir a su loba entrar en pánico en su mente y la obligó a cambiar para intentar recibir el impacto del suelo. Ella era más resistente, más fuerte y más probable de sobrevivir una caída de 4 pisos al duro suelo de abajo. Escuchó a su loba, Clova, aullar de dolor y luego hubo una bendita inconsciencia.
Jo-anne se despertó en el hospital de la manada, rota y sin su loba, al parecer. West estaba sentado junto a su cama. No lo miró, no necesitaba hacerlo para saber que era él, podía olerlo, sabía que era él. ¿Por qué estaba allí? ¡Ella no lo sabía! Miró el techo.
Pasó un mes en esa cama de hospital, en paz, podía dormir sola todas las noches. West la visitaba todos los días, por la mañana, por la tarde y por la noche. Ella no lo miraba ni una vez, no le habló en ningún momento. Él no intentó tocarla, solo se sentaba y, por lo que podía decir, la observaba. Mantenía los ojos cerrados cuando él la visitaba o simplemente miraba el techo en blanco. Le gustaba el techo blanco, era como una manta blanca alrededor de su mente.
También T.J visitaba todos los días. Tomaba su mano y hablaba con ella, le decía repetidamente que todo sería muy diferente a partir de ahora. Que las cosas mejorarían. A veces le suplicaba que le hablara. Ella no lo hizo, ni siquiera cuando él suplicaba con tristeza, grabada en cada palabra. No habló con nadie.
Fue devuelta a la habitación de West para seguir en reposo en cama cuando le permitieron salir del hospital, no quería estar allí. Pero parecía que no tenía opción. Todavía era su compañero.
Las puertas de su balcón estaban cerradas, por lo que podía ver, también todas las ventanas, no habría una repetición de su caída de 4 pisos al suelo, parecía que ahora estaba encerrada.
Se encontró no solo en la cama con él, sino con su cuerpo presionado contra el suyo y sus brazos alrededor de ella todas las noches. Solo podía ser Volt. West nunca la tocaría así. Su lobo había amado a Clova y probablemente extrañaba a su compañera. West simplemente debió haberla rechazado y haberlo dejado así. Al menos él no había intentado tener relaciones sexuales con ella.
Se despertó a media mañana el día antes de su anuncio oficial como la futura Luna y se encontró, en circunstancias normales, con el vestido estilo sirena n***o más hermoso colgando en la puerta del armario, con cristales en el corpiño, bonitos como diamantes, pensó distraídamente mientras los miraba. Un montón de volantes y plumas, capas y capas desde la rodilla hacia abajo. Era un vestido sin tirantes.
Pero al mirarlo, todo lo que podía pensar era que ahí está mi sudario funerario para usar por el resto de mi vida, uno que no quiero. Uno que sabía que West tampoco quería. Estaba colgando ahí, el color de ese vestido lo decía todo, n***o, el color de ese vestido no representaba más que la oscuridad que los rodeaba a ambos.
Encontró una salida, o eso creía, solo para sobrevivir de alguna manera. ¡No! ella no se pondría ese vestido, se levantó de la cama donde había estado acostada durante los últimos dos meses, recogió la carta de aceptación donde iba a vivir en el campus.
West la había entregado, se la había llevado directamente a ella, le dijo que había sido aceptada en la universidad de su elección cuando ella no la había abierto, él sí. En realidad, le dijo algo bueno por primera vez durante su vínculo de pareja.
Esa había sido la única vez que había dicho algo remotamente agradable. Le había dicho que estaba orgulloso de ella, que había trabajado duro y que había valido la pena. Había estado sentado en la cama a su lado, sus ojos se habían mantenido fijos en el otro lado de la habitación. Jo-anne no había querido mirarlo en los últimos tres meses, no sentía nada en absoluto, ni siquiera enojo, ni tristeza, simplemente nada.
Ahora, mientras estaba allí mirando ese vestido oscuro y n***o, lo odiaba. No se lo pondría. Se acercó a su armario y se vistió con algo distinto a los pijamas por primera vez desde que salió del hospital. Empacó su única maleta, la misma con la que llegó. Se iría solo con lo que había traído, nunca había querido nada de él, excepto tal vez su corazón. Tal vez. Pero nunca lo obtuvo, ni siquiera podía hacer que le cayera bien. Nunca lo haría.
Permaneció mirando el vestido, no sabía cuánto tiempo, luego lo arrancó repentinamente del perchero, caminó hacia la chimenea, lo arrojó dentro, le prendió fuego, y se quedó allí observando cómo se quemaba. Luego agarró su maleta, la puso en su automóvil y se alejó de la manada.
Las puertas de la manada estaban cerradas. Ella se detuvo y miró al guardia. Él la miró un poco más que sorprendido. Nadie la había visto en meses.
—Abre la puerta —le ordenó. Él no podía decir que no, ella estaba unida al futuro Alfa y, a partir de mañana, se suponía que sería la futura Luna de esta manada.
Jo-anne observó cómo se abría la puerta, vio que el guardia fruncía el ceño al mirar en el asiento trasero y ver su única maleta allí. No dijo nada. Presionó el acelerador en el momento en que las puertas se abrieron para que pudiera pasar, y salió conduciendo. Avanzó solo unos kilómetros cuando de repente hubo dos guardias corriendo frente a su automóvil.
Aquí está, sabía que esto sucedería, no había dejado esa habitación en dos meses, no había hablado con nadie en todo ese tiempo. Ahora estaba conduciendo su automóvil con una maleta en la parte trasera. Habían enlazado mentalmente a West para decirle que ella estaba dejando el territorio de la manada y él les había ordenado que la detuvieran.
Bueno, ella era lo suficientemente mayor como para ser la futura Luna y finalmente podía hacer lo que quisiera, incluyendo rechazarlo.
—¡Detén el auto! —uno de ellos le gritaba. Ambos estaban parados con las manos en el capó. Ahora ella se había detenido, no quería lastimarlos. Puso el auto en punto muerto, tiró del freno de mano y salió, aunque lo dejó encendido. Se apoyó en su automóvil y esperó. No tardó mucho en escuchar su auto venir o en que él saliera y cerrara la puerta de un portazo.
Enojado. Qué novedad, así siempre era con ella.
No podía recordar ni una sola vez que alguna vez le hubiera sonreído siquiera una vez. Probablemente era guapo, ella no lo sabría. Él nunca la había mirado con algo más que irritación o enojo.
—¿A dónde vas? —exigió saber.
Jo-anne se giró para mirarlo. Esta sería la primera vez que giraba sus ojos hacia él en tres meses, desde que había salido de su balcón. Lo miró, no sintió nada al mirar sus ojos verdes oscuros, no había arrepentimiento, ni amor, ni tristeza, ni siquiera enojo, solo nada.
—Me estoy yendo, West —le dijo calmadamente, eran las primeras palabras que le dirigía en seis meses, desde la última vez que él la había ordenado tan mal como Alfa, T.J había tenido que detenerlo antes de que la matara.
—Te vas... 6 horas antes de que oficialmente seas la futura Luna.
—Sí —asintió—, estoy lista, West —estaba sorprendentemente calmada, pensó para sí misma. No sentía animosidad en sus palabras, no intentaba lastimarlo. Lo estaba liberando, al igual que a ella misma—. Tú no me amas. No importa cuánto intenté complacerte, ni siquiera pudiste agradarme. Nunca lo harás.
—Jo-anne —suspiró, parecía menos enojado con ella, eso era nuevo.
—No, West —ella sacudió lentamente la cabeza—. Es hora y lo sabes. Me lo dijiste durante todo nuestro vínculo de pareja. Todo es culpa mía. Me echas la culpa... lo has dicho muchas veces —le recordó calmadamente todas las cosas que alguna vez le había dicho. No buscaba una pelea, solo ponerlo todo sobre la mesa para que él vea que ella lo ha escuchado.
—Por favor, Jo-anne, es… —casi sonaba como si le suplicara.
Improbable, ella lo rechazó con un gesto de la mano para interrumpirlo. No era algo que hubiera hecho antes.
—No te molestes, West, es solo una mentira.
—Tienes tu fiesta preparada. Oficialmente te anunciarán como la futura Luna de esta manada. ¡Mañana... y eliges ahora para irte! —volvió a estar enojado otra vez. Enojado, ella tuvo el descaro de interrumpirlo una vez más.
—Sí —asintió—. No te dejaré.
Inclinó ligeramente la cabeza hacia la derecha, él no la dejaría. Frunció los labios por un momento y luego una sonrisa triste tocó sus labios, no podía entenderlo. Él no la quería, nunca la había querido, ni por un solo segundo. Durante dos años enteros había sido una carga para él, la persona que había arruinado su vida.
Respiró profundamente y lo miró directamente a los ojos.
—Yo, Jo-anne Morris, te rechazo formalmente, Westley Carlton, como mi compañero —declaró con calma. Ni siquiera le dolía, pensó, de verdad estoy acabada. Se suponía que esto causaría dolor. Pero nada, no sentía nada.
Vio cómo sus ojos verdes se llenaban de ira, y podía sentir cómo emanaba de él en oleadas.
—No lo aceptaré —gruñó hacia ella.
—Entonces ese es tu problema, West. Ya yo lo doy por acabado. Acéptalo, o no lo aceptes —encogió los hombros—. Me voy, a obtener mi título y vivir una vida normal. Si eliges vivir en dolor al no aceptarlo, eso depende de ti.
Jo-anne ya podía sentir cómo la marca de él ardía en su cuello, había tomado su decisión y aunque él aún no lo aceptara, parecía que la Diosa estaba de su lado y la liberaría, le gustase o no.
Su rechazo hacia él era lo que ambos querían en realidad. West solo nunca había dicho las palabras porque su padre no se lo había permitido.
Jo-anne se dio la vuelta para subir a su coche.
—Espera, no puedes hacer esto —sonaba casi como si le suplicara, ¿por qué estaba luchando contra ella en esto? Siempre había sido lo que él quería.
—Ya lo he hecho. Acéptalo y sigue adelante, West. Mi regalo de cumpleaños para ti. Tu libertad. Ve y encuentra a alguien que pueda hacerte feliz. Alguien… —suspiró suavemente—, que realmente desees. Ninguno de los dos somos felices y lo sabes. Usa mi fiesta para celebrar tu libertad de mí.
—Jo-anne, por favor, no hagas esto.
—Acéptalo, West, o vive atado a mí, en dolor para siempre. Ya no me importa.
—Está bien —le gritó, de nuevo enfadado—. Yo, Westley Carlton, acepto tu rechazo, Jo-anne Morris, ya no eres mi compañera —prácticamente le gritaba al final.
Jo-anne suspiró y se metió en su coche, se alejó, los había liberado a los dos, ahora ambos podían seguir adelante. Ambos podían vivir sus vidas como desearan, encontrar la felicidad.