Lena
—En la academia, existen cinco tipos de categorías para los brujos, desde la más común hasta la menos común. —Estaba hablando Elias ajeno a mis intereses del momento.
Lo miré, confundida. La información era nueva, un torrente de conocimiento que intentaba asimilar en el torbellino de eventos de la noche.
Elias suspiró, percibiendo mi desconcierto, y pacientemente comenzó a explicar las categorías.
—Por un lado, tenemos los brujos elementales, que pueden manipular uno de los elementos básicos... —Su explicación era clara, pero mi mente vagaba, capturada por la revelación y relación de que yo también podía manipular un elemento, una habilidad que había mantenido oculta y que ahora, de repente, parecía ser un punto de conexión con este nuevo mundo.
—Yo puedo manipular el agua... —murmuré, casi para mí misma, mientras mi mirada se desviaba involuntariamente hacia Nate, quien, del otro lado del patio y rodeado por su grupo, parecía una figura tanto enigmática como imponente.
—Todos podemos manipular algún elemento, pero hay quienes no salen de ese nivel. Después están los brujos ilusionistas, los brujos de transmutación, los brujos de conjuración, y por último, los brujos con vínculos arcanos, —continuó Elias, su mirada escaneando el área señalado cada grupo con la cabeza a medida que los nombraba.
—Por lo que nos dijo el rector, este año es el que más vinculados hay. Está Nate, vinculado con la Torre; Julian está vinculado con el Mago; Ravenna, con el Diablo; Marco, con el Carro; Seraphina, con la Sacerdotisa; yo tengo un vínculo con el Colgado, y ahora tú... estás vinculada con el Mago también.
—Y eso es inusual, ¿verdad? —Pregunté, mi voz teñida de una mezcla de curiosidad y una ligera inquietud al considerar la rareza de compartir una conexión Arcano con otra persona.
La idea de que dos brujos estuvieran vinculados al mismo arcano parecía desafiar algún principio no escrito del mundo mágico que apenas comenzaba a conocer.
—Lo es, —confirmó Elias, su respuesta breve pero cargada de significado. —Por eso tenemos que ir con el rector.
Sin más preámbulo, tomó mi brazo con suavidad, más como un gesto de apoyo que de dirección, y comenzó a guiarme a través del patio hacia el edificio principal. Su contacto era ligero, casi cauteloso, pero en él sentí una promesa de protección, un faro de certeza en la bruma de incertidumbres que me rodeaban.
Al girar la cabeza una última vez, mis ojos encontraron a Nate. Su figura, previamente imbuida de una confianza serena, ahora parecía tensa, la mandíbula apretada en una muestra de disconformidad o quizás preocupación.
Pero su mirada no estaba fija en Elias y en mí de manera general; no, su atención se centraba específicamente en el punto de contacto entre Elias y yo, en la mano de Elias sobre mi brazo.
Ese pequeño detalle parecía haber encendido una chispa de algo... ¿Alerta? ¿Curiosidad? ¿Celos?
Su reacción, tan sutil y aun así tan evidente, cargaron mi pecho con una sensación de traición, algo amargo y espeso moviéndose en mi interior.
Elias me llevó por el patio hasta llegar al edificio principal, el que me había dicho era la academia en sí. Caminamos por un pasillo amplio y majestuoso, cuyo final se coronaba con una puerta gigante que parecía ser la entrada a algún lugar de gran importancia.
A través de las ventanas del pasillo, pude observar cómo más grupos se acercaban al patio, cada uno luciendo los colores que representaban a sus equipos, una marea de estudiantes por doquier.
—La cacería no fue como en años anteriores, —comentó una voz suave pero teñida de diversión, cortando el aire con una claridad que me hizo girar hacia ella.
Una mujer, cuya presencia imponía respeto y elegancia, emergió de la puerta que se erguía frente a nosotros. Su comentario resonó en el espacio, lleno de implicaciones y misterio.
—Ciertamente este nuevo grupo de estudiantes es de mayor rendimiento... —La respuesta vino de otro individuo, un hombre, su figura se perdía parcialmente en la sombra del umbral.
Aunque no podía distinguir sus facciones, el timbre de su voz y su postura sugerían que era un profesor, quizás reflexionando sobre el potencial sin precedentes de los estudiantes.
—Profesora Moon, necesito hablar con el rector, —intervino Elias, dando un paso adelante con una mezcla de duda y urgencia, su voz, firme pero educada.
—Este no es momento, joven Morrow, —replicó ella, con una breve mirada en nuestra dirección.
—Es importante, profesora, —insistió Elias, su voz llevando un nuevo peso de seriedad. Al señalarme, sentí una oleada de nerviosismo. —Esta chica aquí no es de la academia. La señorita Allias Green abandonó mi equipo y le dejó su pulsera a ella, quien curiosamente está vinculada con un Arcano.
Su explicación, concisa pero cargada de implicaciones, parecía atravesar el aire con una urgencia palpable.
La reacción de la profesora Moon fue inmediata. Sus ojos, que hasta ese momento habían barrido sobre nosotros con indiferencia, se posaron en mí con una intensidad que me hizo encoger. Bajo su mirada, sentí como si cada parte de mí fuera meticulosamente examinada y evaluada.
Ahora que la veía de cerca, la profesora Moon poseía una presencia casi etérea, con su cabello largo y ondulado de un tono grisáceo que le confería una dignidad atemporal. Sus ojos, profundos y sabios, parecían capaces de leer las historias no contadas de aquellos a quienes miraba.
Vestía una túnica de colores suaves, una elección que reflejaba su personalidad tranquila pero imponente, una calma que, intuía, ocultaba un poder y una determinación férreos.
—¿Vinculada con un Arcano, dices? —Su voz, ahora imbuida de un interés marcado, cortó el silencio que se había formado a nuestro alrededor. —Bien. Vengan, debemos hablar con el rector inmediatamente.
El cambio en su actitud fue tan repentino como obvio. Lo que antes parecía ser un asunto menor para ella ahora se había transformado en un tema de potencial significado para la academia.
Mientras seguía a Elias, la profesora Moon se giró para mirarme con una expresión severa.
—Solo estudiantes registrados en la Academia Arcana pueden pasar a ver al rector —dijo casi en forma de reproche.
—Pero ella... —intentó insistir Elias.
—Pero nada, joven Morrow. Las reglas son las reglas —cortó ella, tajante.
Sentí un nudo en el estómago, pero traté de mantener la calma.
—Sí, bien... esperaré aquí —respondí, articulando para que Elias me viera un "no te preocupes".
Elias me lanzó una mirada de disculpa y preocupación antes de seguir a la profesora Moon. Los vi entrar en la sala del rector, la puerta cerrándose con un eco que resonó en el pasillo vacío.
Me quedé sola, la soledad y el desorientador silencio del pasillo acentuando mi sensación de estar fuera de lugar. Las paredes altas y frías, decoradas con retratos antiguos y tapices en tonos oscuros, parecían observarme con indiferencia.
Inhalé profundamente, tratando de calmar los nervios que se acumulaban en mi pecho. Miré alrededor, tratando de encontrar algo que me distrajera.
Esperar aquí sola no era lo que había planeado, pero sabía que no tenía otra opción. La incertidumbre era un nuevo acompañante, y tendría que aprender a convivir con ella. Me recosté contra una de las frías columnas de mármol, permitiendo que mis pensamientos vagaran mientras aguardaba el regreso de Elias y la profesora Moon, preguntándome qué destino me aguardaba al otro lado de esa imponente puerta.