Lena
La biblioteca de la academia era un santuario de silencio, con sus altos estantes repletos de libros antiguos y mesas de madera esparcidas estratégicamente por todo el espacio.
Al entrar, el grupo se dispersó naturalmente, cada uno buscando un lugar donde sentarse y sumergirse en sus estudios.
Nate y Ravenna se acomodaron rápidamente en una mesa frente a la que Seraphina había elegido para nosotros.
Su presencia era imposible de ignorar, pero me esforcé por concentrarme en el momento presente, en el aprendizaje que estaba a punto de comenzar.
Seraphina, con una suavidad inherente a su ser, colocó ante mí una pila de libros que parecían susurrar historias y secretos de eras pasadas.
—Estos te darán una buena base sobre la historia de los arcanos, —dijo Seraphina, su voz baja pero clara en el silencio de la biblioteca.
Mientras abría el primer libro, un tomo antiguo cuyas páginas parecían crujir con el peso de la historia, Elias se inclinó hacia nosotros, su interés evidente.
—Verás, cada arcano tiene su propia historia, su propio poder. Es fascinante cómo han influenciado el curso de la magia a través de los siglos, —explicó, señalando una página del libro que había abierto.
—¿Y cómo sabré cuál es el mío...? Digo, ¿cómo se siente estar verdaderamente vinculado a un poder? —pregunté, mi curiosidad avivada por las primeras líneas que mis ojos recorrían en la página
Elias compartió una mirada significativa con Seraphina antes de responder.
—Es una sensación única para cada brujo. Para mí, fue como encontrar una pieza que faltaba, algo que siempre estuvo ahí, esperando ser descubierto. Te sentirás completa, en armonía con el poder que fluye a través de ti.
Seraphina asintió en acuerdo.
—Y con cada lectura, con cada descubrimiento, sentirás cómo ese vínculo se fortalece, cómo tu comprensión de tu propio poder crece.
Mientras hablábamos, me di cuenta de que Nate nos observaba desde su mesa, su expresión indescifrable. Ravenna, por su parte, parecía absorbida en su propia conversación, o al menos en intentar captar la atención de Nate, quien, a pesar de su aparente desinterés, lanzaba miradas furtivas hacia nuestra dirección.
—Entonces, es un viaje de descubrimiento, —concluí, sintiéndome un poco más preparada para enfrentar el camino que tenía por delante.
—Exactamente, —dijo Elias con una sonrisa alentadora. —Y estamos aquí para ayudarte en cada paso del camino.
La luz suave de la biblioteca caía sobre los libros que Seraphina había extendido ante nosotros. Con cada página que pasaba, sentía cómo el velo de misterio que rodeaba la magia y los arcanos comenzaba a levantarse, aunque cada respuesta parecía traer consigo más preguntas.
—Entonces, ¿los Guardianes eran como los primeros brujos? —pregunté, intentando comprender la magnitud de su poder y su lugar en la historia de la magia.
Elias asintió, su expresión seria pero llena de un respeto reverencial por el tema.
—Exactamente, Lena. Eran seres de un poder y conocimiento inimaginables. Cada uno de ellos representaba un aspecto único de la magia, y sus personalidades estaban intrínsecamente vinculadas a los poderes que controlaban.
Seraphina tomó la palabra, su voz suave pero firme.
—El Mago, por ejemplo, estaba obsesionado con la idea de compartir su conocimiento y sabiduría. Él fue quien inició la tradición de enseñar magia a los mortales, creando la primera generación de brujos bajo la tutela de los Guardianes.
—¿Y cómo terminó todo eso en guerra? —pregunté, incapaz de imaginar cómo una era dorada de aprendizaje pudo desembocar en tal devastación.
—Fue la ambición humana, —explicó Elias con un suspiro. —Algunos de los pupilos de los Guardianes deseaban más poder. Querían controlar no solo la magia sino también los fundamentos mismos de la creación y la vida.
Seraphina continuó:
—Esa ambición llevó a la rebelión y, eventualmente, a una guerra que casi destruye todo. Los Guardianes tuvieron que enfrentarse a sus propios pupilos, a quienes habían enseñado y amado como a sus propios hijos.
—Y después de la guerra, ¿los Guardianes simplemente desaparecieron? —pregunté, intentando imaginar el dolor y la pérdida que debieron sentir.
—No exactamente, —dijo Elias, recogiendo uno de los libros y abriéndolo en una página marcada. —Decidieron atar sus almas y esencias a las cartas de los Arcanos Mayores. Fue su manera de asegurarse de que, incluso en ausencia, pudieran seguir guiando a los brujos y protegiendo el equilibrio de la magia.
—Entonces, ¿cada Arcano Mayor es un Guardián? —deduje, maravillada por la profundidad de su sacrificio.
—Exactamente, —Seraphina asintió, una sonrisa triste en sus labios. —Y cada ciertos años, algunos de los Arcanos despiertan para manifestarse en brujos que ellos consideran dignos, asegurando que la sabiduría y el poder de los Guardianes continúen fluyendo a través de las generaciones.
La historia de los Guardianes, su ascenso y caída, su sacrificio y su legado eterno a través de los Arcanos Mayores, resonaba en mi interior. Sentía una conexión con ellos, una mezcla de asombro y una nueva comprensión de la responsabilidad que conllevaba mi propio vínculo con los Arcanos.
—Entonces, estar vinculado con un Arcano... —comencé, mi voz cargada de una nueva comprensión, —es continuar la misión de los Guardianes.
—Sí, —Seraphina confirmó, sus ojos llenos de una luz que reflejaba la importancia de esa verdad. —Y tú, Lena, estás en el centro de ese legado ahora, como todos nosotros.
La magnitud de lo que significaba ser parte de esa cadena ancestral de magia y poder llenó mi corazón de una mezcla de orgullo y humildad. Con cada palabra que Elias y Seraphina compartían, sentía cómo mi destino se entrelazaba más profundamente con el de los arcanos, preparándome para un camino que apenas comenzaba a comprender.
Marco y Julian se acercaron a nuestra mesa con una sincronía que hablaba de una amistad forjada en la complicidad y el respeto mutuo.
Marco, con su característica energía que parecía desafiar el tranquilo entorno de la biblioteca, comenzó sin preámbulos.
—Hay algo más que deben saber sobre los Arcanos y el tejido de nuestra realidad, —dijo, captando nuestra atención inmediata.
Julian asintió, añadiendo:
—Es una profecía que se destaca por su ominosa predicción. Habla del día en que el velo entre los planos paralelos se debilite al borde de la fractura.
—¿Fractura? —pregunté, sintiendo cómo la curiosidad y un hilo de inquietud se tejían en mi pecho.
—Sí, —continuó Marco, —ese día, los 22 Arcanos despertarán simultáneamente para ayudarnos. Será un evento sin precedentes, marcando una época de grandes cambios y desafíos.
Julian se inclinó hacia adelante, su voz baja pero intensa.
—La profecía habla de un período de convergencia y conflicto. Los brujos vinculados a los Arcanos, como tú y nosotros, estaremos en el corazón de la batalla para preservar el tejido de la realidad.
—¿Y qué sucederá si el velo se fractura? —La pregunta escapó de mis labios antes de que pudiera contenerla.
—Si eso ocurriera... —dijo Marco, su expresión seria, —no solo amenazaría con fusionar los planos, liberando a los Sombra una vez más en nuestro mundo, sino que también pondría a prueba nuestra unidad y fuerza como nunca antes.
La gravedad de sus palabras resonó en el silencio que siguió, cada uno de nosotros contemplando el peso de esa realidad potencial.
Julian rompió el silencio, su tono cambiando a uno de esperanza.
—Pero no todo es sombrío. Los Guardianes forjaron artefactos imbuidos de su esencia y poder, dispersados por el mundo para ser encontrados por aquellos que demuestren ser dignos.
—¿Artefactos? —repetí, la idea de tales reliquias llenándome de una mezcla de asombro y determinación.
—Sí, —afirmó Marco, —cada artefacto no solo concede poderes inimaginables sino que también revela una faceta profunda de la sabiduría arcana.
La atmósfera en la biblioteca se había cargado de una mezcla de anticipación y ansiedad a medida que absorbía las historias y profecías compartidas. Fue en este clima que Ravenna decidió compartir sus pensamientos, aunque de una manera menos que optimista.
—Por más información que se le comparta, ella no pasará el ritual de la Llamada Arcana, —dijo, su voz impregnada de desdén, refiriéndose a mí con una mirada escéptica. —Aún teniendo un arcano, es posible que termine con otro grupo de nivel más bajo.
Su comentario cayó como una piedra en el silencio que nos rodeaba, sus palabras resonando con una frialdad que parecía desafiar la calidez de nuestra reciente conexión.
Nate fue rápido en responder, su tono era uno de reproche.
—Raven...
Antes de que pudiera procesar completamente el gesto de Nate, Elias intervino, su acción hablando más fuerte que cualquier palabra.
Pasó su brazo por encima de mis hombros, acercándome a él en un abrazo contenedor, un gesto de apoyo y solidaridad que me envolvió en un sentimiento de seguridad y pertenencia.
—No te preocupes por lo que digan, —murmuró Elias, su voz un susurro solo para mí. —Tú tienes el poder de superar cualquier desafío que se presente. Todos estamos aquí para ti.
El gesto de Elias, aunque reconfortante, pareció encender una chispa de tensión adicional.
La mirada de Nate, que había oscilado entre Ravenna y nosotros, ahora se posaba sobre Elias y yo con una intensidad que no podía descifrar completamente.
Era evidente, incluso para mí, que su reacción iba más allá de la simple preocupación por las normas de la academia o el ritual en sí; había algo en sus ojos, un brillo que revelaba más de lo que probablemente deseaba.
El aire se llenó de un silencio incómodo, todos conscientes de la dinámica cambiante que se desarrollaba ante nosotros.
Julian, intentando disipar la tensión, bromeó:
—Bueno, al menos sabemos que la biblioteca, además de para estudiar, es un lugar excelente para el drama.