Lena
La sala de estar rebosaba de la calidez y el bullicio típicos de una noche de película entre amigos, pero a pesar del ambiente relajado, una pregunta urgente pesaba en mi mente.
—¿Cómo logras invocar a tu arcano? —La pregunta salió de mí casi sin pensarlo, mi voz apenas por encima del sonido de la película que llenaba la habitación.
Julian, claramente sorprendido por la interrupción, parpadeó antes de responder con otra pregunta.
—¿Eh?
—Necesito controlar un poco la invocación de los arcanos para mañana... —Expliqué, mi mirada suplicante dirigida hacia él, esperando que entendiera la seriedad de mi solicitud.
—Yo puedo ayudarte, —intervino Nate, su voz clara y segura en la penumbra de la habitación.
Su oferta, aunque inesperada, me tomó desprevenida, y mis emociones, aún enmarañadas por los eventos de la noche anterior, me impulsaron a rechazarla casi de inmediato.
—No... —Mi respuesta fue demasiado rápida, demasiado aguda, y me esforcé por justificarla de una manera que sonara razonable. —Es que Julian y yo... compartimos arcano, es lógico que él me ayude.
—No hay problema, vamos afuera, —dijo, levantándose y guiándome hacia la tranquilidad de la noche.
La frescura del aire exterior fue un bálsamo para mi agitación interna, y la distancia de la sala de estar, un alivio.
Julian extrajo cuidadosamente una carta del tarot de su bolsillo, su movimiento reverente y lleno de propósito. Con la luz de la luna iluminando su rostro, comenzó a explicarme el proceso de invocación.
Concéntrate en la carta. Imagina la esencia del arcano llenándote, conectándose con tu ser, —instruyó Julian, su voz baja y concentrada.
Seguí sus instrucciones, mi mirada fija en la carta que sostenía entre mis manos. A medida que me enfocaba, una sensación de conexión se fue tejiendo a través de mí, un hilo invisible que me unía al vasto poder representado en la imagen del tarot.
—Es una cuestión de sincronización, —continuó Julian, —de sentir la presencia del arcano a tu alrededor y dentro de ti. Con práctica, podrás invocarlo a voluntad, sin necesidad de la carta.
La lección de Julian se extendió bajo la noche, cada palabra y cada gesto profundizando mi comprensión de la magia que fluía entre nosotros.
Aunque la presencia de Nate y los eventos de la noche anterior aún ensombrecían mis pensamientos, en esos momentos con Julian, me permití sumergirme en el aprendizaje de mi poder, en la búsqueda de un control que me era esencial.
Julian, a mi lado, observaba con atención, listo para guiarme a través de este nuevo desafío.
—Intenta crear una pequeña llama en tu mano, —sugirió Julian, su voz tranquila pero firme.
Asentí, cerrando los ojos para concentrarme mejor.
Imaginé la energía del Mago fluir a través de mí, intentando canalizarla hacia la palma de mi mano abierta. Sin embargo, cuando abrí los ojos, mi mano seguía vacía, sin señales de la llama que esperábamos ver.
—No te desanimes, —alentó Julian, notando mi frustración. —Concéntrate en la sensación del fuego, no solo en la idea de él.
Tomé una respiración profunda, tratando de soltar la presión que sentía. Esta vez, cuando cerré los ojos, no solo imaginé la llama, sino que también intenté sentir su calor, su luz. Al abrir los ojos, una pequeña chispa titiló en mi mano antes de extinguirse rápidamente.
—¡Eso es! Estás llegando, —dijo Julian con una sonrisa de aprobación. —Ahora, intenta algo un poco más complejo. Crea una flor.
El desafío parecía mayor, pero me sentía más confiada después del pequeño éxito anterior.
Concentrándome en la imagen de una flor, en su forma, su color, y cómo se sentiría al tocarla, extendí mi mano.
Esta vez, cuando abrí los ojos, una pequeña flor azul apareció, aunque su forma era un poco borrosa y se desvaneció después de unos segundos.
—Bien, estás mejorando, —dijo Julian, claramente impresionado. —Ahora, trata de crear algo que se mantenga por más tiempo. ¿Qué tal una mariposa?
La idea de crear algo con vida, aunque fuera una ilusión efímera, me llenaba de una mezcla de emoción y nerviosismo.
Concentrando toda mi atención y energía, visualicé una mariposa, sus alas, los patrones únicos en ellas. Al abrir los ojos, una mariposa azul y amarilla revoloteó desde mi mano, manteniéndose en el aire por unos momentos antes de desaparecer.
—¡Lo lograste! —exclamó Julian, su entusiasmo era contagioso. —Ahora, por último, intenta algo más grande. Crea un árbol pequeño aquí, delante de nosotros.
El pedido de Julian parecía un salto enorme en comparación con lo que había logrado hasta ahora, pero su fe en mí me impulsaba a intentarlo.
Cerré los ojos una vez más, esta vez imaginando un árbol joven, sus raíces, su tronco robusto, y las hojas verdes brillando bajo la luz de la luna. Cuando abrí los ojos, para mi asombro y el de Julian, un pequeño árbol apareció ante nosotros, sólido y real, sus hojas susurrando suavemente en la brisa nocturna.
—Increíble, —murmuró Julian, y en su voz había un tono de respeto y admiración que calentó mi corazón.
El alivio y la satisfacción que sentí después de la lección con Julian me acompañaron de regreso a la casa, una chispa de orgullo por los avances logrados iluminando mi paso.
Sin embargo, al entrar y ver la escena familiar de mis compañeros reunidos en torno a la película, un remolino de emociones me asaltó de nuevo.
Ravenna, fiel a su costumbre, ocupaba un lugar demasiado cercano a Nate, una imagen que ahora evocaba recuerdos dolorosos tras lo que había descubierto la noche anterior.
—Ven a ver la película con nosotros, —la invitación de Elias, tan amigable, me hizo sentir bienvenida, nunca antes nadie me había querido cerca.
Sin embargo, en el breve encuentro visual con Nate, me mostró una expresión velada que hablaba de cosas no dichas y espacios compartidos que preferiría evitar, reforzó mi decisión.
—Debo estudiar... —La excusa, aunque real en su intención, me proporcionó el escape necesario para evitar confrontar la complejidad de mis sentimientos en ese momento.
Con un murmullo que apenas disfrazaba mi necesidad de aislamiento, me alejé hacia la escalera, buscando refugio en la soledad de mi habitación.
Una vez allí, rodeada por la tranquilidad de mi espacio personal, extraje el libro que Seraphina me había confiado.
El tomo, pesado y antiguo, se abrió con un susurro de páginas que prometían conocimiento y comprensión. Mi interés se centraba ahora en los otros arcanos con los que estaba vinculada: el Ermitaño y la Templanza.
Aunque el Mago había respondido a mi llamado con una facilidad sorprendente, sabía que el verdadero desafío residía en armonizar la energía de los tres arcanos, en entender sus esencias individuales y cómo se entrelazaban con la mía.
La luz de la lámpara bañaba el libro, destacando pasajes y relatos que hablaban de la introspección y la sabiduría del Ermitaño, de la armonía y el equilibrio que la Templanza podía aportar a cualquier situación.
Con cada palabra, cada historia, sentía cómo mi comprensión de estos arcanos se profundizaba, cómo su presencia en mi vida no era casualidad sino un llamado a un camino de crecimiento y autoconocimiento.
La noche avanzó, envuelta en el silencio de mi estudio y reflexión. Aunque parte de mí anhelaba la compañía y la simpleza de una noche de películas con mis amigos, sabía que este tiempo era necesario, un espacio para conectar con los arcanos y conmigo misma, para prepararme para lo que el futuro me deparaba.
El estudio de los arcanos, lejos de ser una tarea académica, se sentía como un viaje al corazón de mi propio poder y potencial.
Después de entrenar la invocación casi exitosa de mis otros dos arcanos, la exhaustividad de la concentración y el esfuerzo mental me envolvió en una oleada de fatiga que no pude resistir.
Mis párpados, pesados como si estuvieran cargados con el peso de siglos de sabiduría arcana, finalmente cedieron ante la llamada del descanso.
Me quedé dormida sobre el libro abierto, las páginas aún susurrando secretos y conocimientos que mi mente absorbía incluso en el umbral del sueño.
La habitación estaba bañada en la suave luz de la luna, que se colaba por la ventana y jugaba sobre las superficies, creando un paisaje de sombras danzantes que acompañaban mis sueños.
En ese momento, parada detrás de mi silla detrás del escritorio, me veía a mí misma apoyada sobre el libro. Levanté las manos para encontrarme a mi misma como un aura celeste, un fantasma en mi propia habitación.
Miré hacia la ventana una imagen comenzó a moldearse. Allí estaba yo de pie en un cruce de caminos místicos, con los arcanos a mi lado, sus energías entrelazadas con la mía de una manera que sentía poderosa y tranquilizadora a la vez.
Mientras la noche se desplegaba, mis sueños se tejían con hilos de magia y posibilidad, un tapiz de lo que podría ser si lograba dominar y armonizar las energías de estos poderosos arcanos.
Finalmente, el amanecer comenzó a teñir el cielo con tonos de rosa y naranja, la luz del nuevo día filtrándose suavemente en la habitación y disipando las sombras de la noche.
Vi el momento en que mi cuerpo físico despertó, el fantasma de mi esencia volviendo lentamente a ocuparlo, con una sensación de renovación y propósito, las imágenes y lecciones de mis sueños aún estaban frescas en mi mente.
Con esa experiencia vivida, con todos los detalles que observé y aprendí, la información que sabía comprendería más adelante, me levanté poco a poco, volviendo a acomodar mi ser en mi cuerpo, decidida a aprender más, a comprender los secretos arcanos que me habían confiado.